sábado, 1 de abril de 2017

Libro el Yoga de Jesus Capitulo V (III Escrito) Como "Elevar al Hijo del Hombre" al Estado de Conciencia Divina.


Capitulo V (III Escrito) Como "Elevar al Hijo del Hombre" al Estado de Conciencia Divina.
Todos los seres humanos han aprendido a entrar en la subconciencia durante el sueño y todos pueden, asimismo, dominar el arte del éxtasis supraconsciente, que es una experiencia infinitamente más placentera y reparadora que aquella que se puede obtener del sueño. Este estado superior nos brinda la percepción constante de que la materia es una condensación de aquello que Dios imagina, del mismo modo que, al dormir, nuestros sueños y pesadillas son una creación efímera de nuestros propios pensamientos, condensados o “congelados” en experiencias visuales mediante el poder objetivador de la imaginación.


La persona que sueña no sabe que una pesadilla es irreal hasta que despierta. Así también, sólo a través del despertar en el Espíritu- la unidad con Dios en el estado de samadhi- puede el ser humano desvanecer el sueño cósmico de la pantalla de su conciencia individualizada. La ascensión en el Espíritu no es algo que se pueda lograr fácilmente, porque cuando una persona es consciente del cuerpo, se halla a merced de su segunda naturaleza, caracterizada por persistentes hábitos y estados de ánimo negativos. Es preciso vencer, sin intimidarse, los deseos del cuerpo.



El “ hijo del hombre”, que se encuentra sujeto a las ataduras del cuerpo, no puede ascender a la libertad celestial simplemente conversando acerca de ella: debe aprender cómo desatar el nudo enrollado de la fuerza kundalini, situado en la base de la espina dorsal, para trascender así su confinamiento en la prisión corporal.
Cada vez que meditamos profundamente, ayudamos en forma automática a invertir el flujo de fuerza vital y conciencia para que se dirija de la materia hacia Dios. Si no se eleva la corriente del nudo astral que se halla en la base de la columna vertebral mediante el recto vivir, los buenos pensamientos y la meditación, se acentuarán en la vida los pensamientos egoístas. Con cada acción bondadosa que el hombre realiza, éste “asciende al cielo”: su mente se enfoca más en el centro crístico de percepción celestial; con cada acción malvada, desciende a la materia y su atención queda atrapada por los fantasmas de la engañosa ilusión.

El despertar de la fuerza kundalini es una tarea sumamente difícil y no puede lograrse de manera accidental. Se requieren años de coordinados esfuerzos en la meditación bajo la guía de un gurú competente antes de poder soñar con liberar de su cautiverio en la prisión física, mediante el despertar de la kundalini, al celestial cuerpo astral. Aquel que puede despertar la fuerza kundalini se aproxima rápidamente al estado crístico. El ascenso por ese sendero enrollado abre el ojo espiritual de visión esférica, el cual revela el universo entero que rodea al cuerpo y que se halla sostenido por la luz vibratoria de los poderes celestiales. Los sentidos de la vista, el oído, el gusto, el tacto y el olfato se asemejan a cinco reflectores que nos muestran la materia. Cuando emerge la energía vital a través de los rayos sensoriales, el hombre se siente atraído hacia los bellos rostros, los sonidos cautivantes y los atrayentes aromas, sabores y sensaciones táctiles. Esto es natural. Pero aquello que es natural para la conciencia atada al cuerpo no lo es para el alma. Sin embargo, cuando esa divina energía vital se retira de los autocráticos sentidos y asciende a través del sendero espinal hasta alcanzar el centro espiritual de percepción infinita situado en el cerebro, el faro de energía astral se proyecta hacia la inconmensurable eternidad y revela al Espíritu universal.
El devoto es, entonces, atraído por lo supremamente Sobrenatural, la Belleza que supera toda belleza, la Música que trasciende todas las músicas, el Gozo que está más allá de todo gozo. Puede haber contacto con el Espíritu en el universo entero y escuchar la voz de Dios reverberando en todas las esferas. La forma se disuelve en Aquello que es Sin Forma. La conciencia del cuerpo, confinada en una forma temporal y pequeña, se expande de manera ilimitada hasta fundirse en el eterno Espíritu sin forma. Jesús explica que jamás perecerá quien crea en la doctrina que consiste en elevar la conciencia corporal (el hijo del hombre) para llevarla del plano físico al astral mediante la reversión de la fuerza de vida a través del conducto serpentino situado en la base de la espina dorsal; es decir, no estará sujeto a los cambios mortales de la vida y de la muerte, sino que adquirirá gradualmente el estado de inmutabilidad: la Conciencia Crística, el Hijo de Dios.

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