viernes, 7 de abril de 2017

EL YOGA DEL AMOR DIVINO QUE ENSEÑO JESUS -CAPITULO VII-(Cuarto Escrito)


EL YOGA DEL AMOR DIVINO QUE ENSEÑO JESUS
CAPITULO VII-(Cuarto Escrito)
LAS BIENAVENTURANZAS
“Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros” (Mateo 5:11-12).
Referencia paralela: “Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo por causa del Hijo del hombre.
Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas” (Lucas 6: 22-23).
Los versículos anteriores no implican que para tener la posibilidad de entrar en el reino de los cielos sea preciso reclutar una cuadrilla de personas que nos injurien.

Aun cuando uno aplique sus mejores esfuerzos a favor del bien en el mundo y en sí mismo, jamás se verá libre de las observaciones mordaces de los perseguidores, como bien lo sabía Jesús.
La irritable naturaleza del ego hace que el hombre indisciplinado sienta desagrado y mala disposición hacia aquellos que son moral o espiritualmente diferentes de él.
El aguijoneo de la satánica ilusión causante de divisiones induce a quienes se han autoerigido en críticos a mantenerse ocupados todo el tiempo en buscar razones para difamar a los demás.
Jesús alentó a sus seguidores a no sentirse abatidos ni dejarse intimidar si, en sus esfuerzos por llevar a cabo una vida espiritual, advierten que las personas de mentalidad materialista no los comprenden.
Aquellos que puedan superar con alegría la prueba del desprecio, sin ceder a la tentación de obrar mal con el objeto de “quedar bien”, obtendrán la felicidad que resulta de aferrarse a los hábitos virtuosos, cuyo fruto es la bienaventuranza.
No debe considerarse una gran pérdida el hecho de que quienes enarbolan el reproche, el odio y la difamación nos “expulsen” de su compañía. En realidad, todos los que son así dejados de lado tienen la bendición de que, merced a ese ostracismo, sus almas se mantienen alejadas de la mala influencia que supone asociarse con esas personas poco comprensivas y de mala conducta.
Quienes se dedican a la vida espiritual jamás deben sentirse abatidos, por mucho que la gente hable en contra de ellos o se menoscabe su buen nombre con denuncias de mal proceder. Bienaventurados aquellos cuyo nombre es denigrado por no cooperar con acciones mundanas o malvadas, porque sus nombres permanecerán grabados en el corazón de Dios y gozarán de su silenciosa admiración.
De manera similar, el Bhagavad Guita (XII:18-19) expresa la estima del Señor por tales devotos:
“Aquel que permanece igualmente sereno ante amigos y enemigos, al recibir adoración e insulto, y al experimentar calor y frío, placer y dolor, y que ha renunciado al apego y considera por igual el vituperio y la alabanza, que es calmado y encuentra la satisfacción con facilidad, que no se apega al hogar y tiene una actitud tranquila y devota, es para Mí una persona muy querida”.
Uno debe adherirse a lo que se sabe que es correcto, aun cuando sea criticado.
Es preciso que cada persona haga una introspección sincera y libre de egoísmo: si se encuentra en lo cierto, ha de mantenerse firme en su práctica de aquellas acciones virtuosas cuyo fruto es el gozo, sin sentirse influida por las alabanzas o las críticas; sí, por el contrario, está equivocada, debe alegrarse de contar con la oportunidad de reformarse y eliminar así un obstáculo más en su camino hacia la felicidad perdurable.
Incluso una crítica injusta hará que el discípulo sea más puro que nunca y le alentará aún más a seguir los caminos de la paz interior, en vez de ceder a las tentaciones bajo el impulso de las malas amistades.
Al estar en la compañía de Dios es cuando permanecemos en estado de bienaventuranza.
Hemos de dedicar tiempo al Señor en la paz de la meditación.
¿Qué sentido tiene malgastar todo el tiempo libre en frecuentar las salas de cine, ver la televisión o dedicarse a otros pasatiempos inútiles?
Al cultivar hábitos espirituales y adherirse a ellos, el devoto halla el verdadero ímpetu que le permite regocijarse en su satisfacción interior y en saber que finalmente heredará el reino de la plenitud eterna.
El devoto que es criticado por perseverar en los hábitos espirituales no debería enorgullecerse pensando que el ser perseguido por la causa de Dios significa hacerle al Señor un gran favor.
“Ser perseguidos por mi causa” o “por causa del Hijo del hombre” significa que al devoto se le castiga como resultado de su constancia en aquellas prácticas que ha emprendido a petición de su gurú crístico para alcanzar la sintonía con Dios.

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