viernes, 7 de abril de 2017

Libro el Yoga de Jesus Capitulo VII -Segundo Escito ( El Yoga del Amor Divino que enseño Jesus)


EL YOGA DEL AMOR DIVINO QUE ENSEÑO JESUS
CAPITULO VII-(Segundo Escrito)
LAS BIENAVENTURANZAS
“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mateo 5:7).
La misericordia es como la aflicción que siente un padre por los defectos de un hijo descarriado.
Se trata de una cualidad intrínseca de la Naturaleza Divina.
La historia de la vida de Jesús contiene muchos relatos de misericordia expresada sublimemente en sus acciones y su personalidad.
En los divinos hijos de Dios que han alcanzado la perfección, vemos que el oculto Padre trascendente se revela tal como es.
El Dios de Moisés es descrito como un Dios iracundo ( aun cuando no creo que Moisés, que hablaba con Dios “cara a cara, como habla un hombre con su amigo”, haya considerado jamás que Dios fuese el tirano vengativo que se representa en el Antiguo Testamento).
El Dios de Jesús era, en cambio, un Dios bondadoso.
Fue esa benevolencia y misericordia del Padre la que expresó Jesús cuando, en vez de juzgar y destruir a los enemigos que iban a crucificarle, le pidió al Padre que los perdonara, “porque no saben lo que hacen”.

Con su paciente corazón divino, Jesús veía a la humanidad como a niños pequeños carentes de entendimiento.
Si un pequeñuelo toma un cuchillo y lastima a alguien, esa persona no querrá matar al niño para vengarse, pues el niño no sabía lo que hacía. Cuando contemplamos a la humanidad con los mismos ojos con que un padre amoroso mira a sus hijos y está dispuesto a sufrir por ellos con el fín de que puedan recibir un poco de la luz y poder de su espíritu, nos volvemos semejantes a Cristo: Dios en acción. Únicamente el sabio puede ser en verdad misericordioso, porque con divina visión interior es capaz de percibir incluso a los malhechores como almas – como hijos de Dios que, al extraviarse, merecen comprensión, perdón, ayuda y guía-.
La misericordia implica la aptitud para ayudar; sólo las almas desarrolladas o capacitadas están en condiciones de ser útiles de manera práctica y misericordiosa. La misericordia se manifiesta de forma provechosa cuando la aflicción paternal atenúa la rigidez efectiva para erradicar las faltas de una persona.
Aquellos que son moralmente débiles pero están deseosos de ser buenos, los pecadores (es decir, quienes yerran en detrimento de su propia felicidad por hacer caso omiso de las leyes divinas), los que se hallan en un estado de decrepitud física, los que padecen trastornos mentales y los ignorantes espirituales, todos ellos necesitan la ayuda misericordiosa de las almas que, gracias a su desarrollo interior, se hallan capacitadas para prestarles asistencia y comprensión.
Jesús exhorta al devoto con estas palabras:
“Si deseas recibir la misericordia divina, debes ser misericordioso contigo mismo por medio del desarrollo de tus aptitudes espirituales y, también, debes ser misericordioso con los demás hijos de Dios que se encuentren sumidos en el engaño.
Las personas que se perfeccionan sin cesar en todos los aspectos y que, movidas por la misericordia, sienten y alivian la falta de desarrollo general en sus semejantes ablandarán con toda certeza el corazón de Dios y obtendrán para sí mismas su incesante e incomparable ayuda misericordiosa.
“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8).
La experiencia religiosa suprema es la percepción directa de Dios, para alcanzar la cual es indispensable purificar el corazón.
En este sentido, todas las criaturas concuerdan. El Bhagavad Guita – la escritura inmortal de la India que trata sobre el yoga, la ciencia de la religión y la unión con Dios se refiere al estado de bienaventuranza y divina percepción propio de quien ha conseguido esa purificación interior:
“El yogui que ha logrado aquietar y controlar las pasiones por completo, liberándolas de toda impureza, y que es uno con el Espíritu, en verdad ha alcanzado la bienaventuranza suprema.” “Con el alma unida al Espíritu mediante el yoga, percibiendo con igualdad todas las cosas, el yogui contempla su verdadero SER (unido al Espíritu) en todas las criaturas, y a todas las criaturas en el Espíritu.”
“Aquel que me ve en todas partes y contempla todo en Mí, nunca me pierde de vista, y Yo jamás le pierdo de vista a él”. (Bhagavad Guita VI:27, 29-30)
Desde tiempos inmemoriales, los rishis de la India han escudriñado el corazón mismo de la verdad y han descrito con detalle su utilidad práctica para el hombre.
Patanjali, el renombrado sabio de la ciencia del yoga, comienza sus Yoga Sutras declarando: Yoga chitta vritti nirodha:
“El yoga (la unión científica con Dios) es la neutralización de los cambios de chitta (el corazón interno o poder del sentimiento, un término que abarca en su conjunto todos los componentes mentales que dan lugar a la conciencia inteligente)”.
Tanto la razón como el sentimiento se derivan de esta facultad interior de la conciencia inteligente.
Mi venerado gurú, Swami Sri Yukteswar, que fue uno de los primeros en revelar, en los tiempos modernos, la unidad entre las enseñanzas de Cristo y el Sanatana Drama de la India, escribió con toda profundidad acerca de cómo la evolución espiritual del hombre consiste en la purificación del corazón.
A partir de un estado inicial en el que la conciencia se halla completamente bajo el engaño de maya (“el corazón oscuro”), el hombre evoluciona a través de los estados sucesivos del corazón puro, en el cual – escribe Sri Yukteswar- “es capaz de comprender la Luz Espiritual, brama (el Espíritu) o la Sustancia Real del universo”. A Dios se le percibe con la visión del alma.
En su estado natural, todas las almas son omniscientes y, por medio de la intuición, contemplan directamente a Dios o la Verdad. Tanto la razón pura como el sentimiento puro son intuitivos.
Sin embargo, cuando la razón se ve limitada por la intelectualidad de la mente atada a los sentidos y cuando el sentimiento se transforma en emoción egoísta, estos instrumentos del alma producen percepciones distorsionadas.
Esta Bienaventuranza explica la necesidad de restituir la perdida claridad de la visión divina. El estado de bienaventuranza conocido por quienes son del todo puros de corazón no es otro que aquel al que se refiere el Evangelio de San Juan:
“Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios”. A cada devoto que recibe y refleja la omnipresente Luz Divina, o Conciencia Crística, a través de la purificada transparencia del corazón y de la mente, Dios le concede el poder de reclamar, al igual que hizo Jesús, la bienaventuranza de su filiación divina.
La transparencia a la Verdad se cultiva cuando la conciencia –el sentimiento del corazón y el raciocinio de la mente- se libera de las influencias dualistas de la atracción y la repulsión.
La realidad no puede reflejarse fielmente en una conciencia agitada por los gustos y aversiones, con sus inquietos deseos y pasiones y las irritantes emociones que éstos engendran: la ira, los celos, la avaricia y la caprichosa susceptibilidad. En cambio, cuando chitta- el conocimiento y sentimiento del hombre- se aquieta mediante la meditación, el ego (que de ordinario se encuentra en estado de agitación) cede el paso a la bienaventurada serenidad de la percepción del alma.
La pureza de intelecto otorga al ser humano la facultad de razonar acertadamente, pero la pureza de corazón le brinda el contacto con Dios.
La capacidad intelectual es una cualidad del poder de razonamiento, y la sabiduría es la cualidad liberadora que posee el alma.
Cuando la razón se purifica por medio del sereno discernimiento, se transforma en sabiduría.
La sabiduría pura y el divino entendimiento de un corazón puro son dos aspectos de la misma facultad.
En efecto, la pureza de corazón o de sentimiento a la que hace referencia Jesús se basa en que todas las acciones sean guiadas por la discernidora sabiduría, es decir, que las actitudes y el comportamiento humanos sean modelados por las sagradas cualidades del alma: el amor, la misericordia, el servicio, el autocontrol, la autodisciplina, la conciencia moral y la intuición. La visión pura de la sabiduría debe combinarse con el sentimiento inmaculado que proviene del corazón.
La sabiduría revela el camino correcto, y el corazón purificado desea y ama seguir ese sendero.
Todas las cualidades del alma reveladas por la sabiduría deben seguirse de todo corazón y no sólo de forma teórica o intelectual. La ocluida visión del hombre común le permite distinguir la densa corteza de la materia, pero es ciega al Espíritu omnipresente, La perfecta combinación del discernimiento puro y del sentimiento puro abre el ojo penetrante de la intuición que todo lo revela, y el devoto logra en verdad percibir la presencia de Dios tanto en su alma como en todos los seres, pues EL es el Divino Morador, cuya naturaleza es una armoniosa combinación de sabiduría y amor infinitos.

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