jueves, 23 de febrero de 2017

El Libro de los Secretos (Osho) CAPITULO XIII PRIMER ESCRITO


Capítulo 13

Centrarse Internamente 
Los Sutras 18 Mira amorosamente algún objeto. 
No te vayas a otro objeto. Aquí, en medio del objeto: la bendición. 
Sin apoyo para los pies o las manos, siéntate sólo sobre las nalgas. De pronto, el centramiento. 
En un vehículo en movimiento, bamboleándote rítmicamente, experimenta. O en un vehículo, parado, meciéndote en círculos invisibles cada vez más lentos. 

Perfora alguna parte de tu forma llena de néctar con un alfiler, y entra dulcemente en el pinchazo y alcanza la pureza interna. EL cuerpo humano es un mecanismo misterioso. 
Su funcionamiento es bidimensional. 
Para ir hacia fuera, tu consciencia pasa por los sentidos para entrar en contacto con el mundo, para entrar en contacto con la materia. Pero ésta es sólo una dimensión de las funciones de tu cuerpo. Tu cuerpo tiene también otra dimensión: te lleva hacia dentro. Si la consciencia sale, todo lo que conoces es materia; si la consciencia entra, todo lo que conoces es no-materia. 
En, realidad, no hay división: la materia y la no-materia son una sola cosa. 
Pero si esta realidad -X- se mira a través de los, ojos, los sentidos, parece materia. Esta misma realidad -X- mirada desde dentro -no a través de los sentidos, sino del centramiento- parece no-materia. La realidad es una, pero puedes mirarla de dos maneras. 
Una es a través de los sentidos; la otra no es a través de los sentidos. Todas estas técnicas de centrarse son en realidad para llevarte a un punto en ti mismo en el que los sentidos no funcionan, en el que estás más allá de los sentidos. 
Hay que comprender tres cosas antes de que nos adentremos en las técnicas. En primer lugar, cuando ves por medio de los ojos, los ojos no están viendo; son sólo aberturas para ver. 
El que ve está detrás de los ojos. 

Lo que mira a través de los ojos no es los ojos. 
Por eso puedes cerrar los ojos y aún ver, sueños, visiones, imágenes. 
El que ve está detrás de los sentidos; va al mundo a través de los sentidos. Pero si cierras los sentidos, el que ve sigue dentro. Si el que ve, esta consciencia, está centrado, de pronto toma conciencia de sí mismo. Y cuando eres consciente de ti mismo, eres consciente de la existencia total, porque tú y la existencia no sois dos. Pero para tomar consciencia de uno mismo uno necesita centrarse. 
Con «centrarse» quiero decir que tu consciencia no está dividida en muchas direcciones, no se está yendo a ninguna parte; permanece en sí misma…, sin moverse, enraizada, sin ninguna dirección, simplemente permaneciendo ahí: dentro. Parece difícil permanecer dentro, porque para nuestras mentes incluso este pensar en cómo permanecer dentro se convierte en un salir. Empezamos a pensar: el «cómo» empieza a pensar. Pensar en dentro, en lo interno, también es un pensamiento para nosotros: y todo pensamiento de por sí pertenece a lo externo, nunca a lo interno, porque en el centro más íntimo eres simplemente consciencia. Los pensamientos son como nubes. Han llegado a ti, pero no son tuyos. 
Todo pensamiento viene de fuera, de lo externo. 
No puedes producir ni un solo pensamiento dentro, en lo interno. Todo pensamiento viene de fuera; no hay ninguna posibilidad de crear un pensamiento dentro. 
Los pensamientos son nubes que llegan a ti. 
De modo que cuando estás pensando, no estás dentro: recuérdalo. 
Estar pensando es estar fuera. 
Así que incluso si estás pensando en lo interno, el alma, el ser, no estás dentro. Todos estos pensamientos sobre el ser, sobre lo interno, lo interior, han venido de fuera; no son tuyos. 
Lo único que es tuyo es la simple consciencia, como el cielo, sin las nubes. Así que ¿qué se puede hacer? ¿Cómo conseguir esta simple conciencia dentro? Se usan algunas tácticas, porque directamente no puedes hacer nada. 
Son necesarias algunas tácticas mediante las cuales eres arrojado dentro, eres arrojado a ella. 
Este centro siempre necesita un acercamiento indirecto; no puedes abordarlo directamente. 
Comprende esto claramente, porque es muy básico. 
Estás tocando un instrumento, y luego dices que era una experiencia muy dichosa, que «me sentía muy feliz, lo disfruté: Ha quedado una sutil felicidad». Alguien te escucha. 
El, como todo el mundo, también está buscando la felicidad. Dice: «Entonces debo tocar un instrumento, porque si tocando se logra la felicidad, entonces debo lograrla.» 
Él también toca, pero está ocupado directamente con la felicidad, con la dicha, con el disfrute. 
La felicidad es un resultado adicional. 
Si estás totalmente en ello mientras tocas, absorbido, resulta la felicidad, pero si estás constantemente anhelando la felicidad, no sucede nada. Tocar es el comienzo. 
Estáis escuchando música. 
Alguien dice: «Me siento muy dichoso.» 
Pero si estás preocupado constantemente con la dicha, ni siquiera podrás escuchar. Esa preocupación, esa codicia de dicha se convertirá en una barrera. 
La dicha es un resultado adicional; no puedes agarrarla directamente. Es un fenómeno tan delicado que sólo te puedes aproximar ir a él indirectamente. Haces otra cosa y sucede. 
No puedes hacerla directamente. 
Todo lo que es bello, todo lo que es eterno es tan delicado que si tratas de cogerlo directamente se destruye. 
Eso es lo que se deriva de las técnicas y las tácticas. 
Estas técnicas te dicen que hagas algo. 
Lo que estás haciendo no es significativo, lo significativo es lo que resulta. Pero tu mente debe estar ocupada haciendo, ocupada con la técnica, no con el resultado. 
El resultado sucede: está abocado a suceder. 
Pero siempre sucede indirectamente, así que no te ocupes del resultado. Ocúpate de la técnica. 
Hazla tan totalmente como puedas, y olvídate del resultado. 
El resultado sucede, pero te puedes convertir en una barrera para él. Si sólo estás preocupado por el resultado, nunca sucederá. Y entonces todo se vuelve muy extraño. 
La gente viene a mí y me dice: «Dijiste que si meditamos sucederá esto, pero estamos meditando y esto no sucede.» 
Y tienen razón, pero han olvidado la condición: tienes que olvidarte del resultado; sólo entonces sucede. 
Tienes que estar totalmente en el acto. 
Cuanto más estás en el acto, antes sucede el resultado. 
Pero siempre es indirecto. 
No puedes ser agresivo con ello, no puedes ser violento con ello. Es un fenómeno enormemente delicado, no puede ser atacado. Llega a ti cuando estás involucrado tan totalmente en otra cosa que tu espacio interno está vacío. 
Todas estas técnicas son indirectas. 
No hay ninguna técnica directa para el suceso espiritual. 
Mira amorosamente un objeto. 
Sexta técnica para centrarse: Mira amorosamente algún objeto. No te vayas a otro objeto. 
Aquí, en medio del objeto: la bendición. Debería repetirlo: Mira amorosamente algún objeto. 
No te vayas a otro… No te muevas a otro objeto. 
Aquí, en medio del objeto: la bendición. 
Mira amorosamente algún objeto… Amorosamente es la clave. ¿Has mirado alguna vez algún objeto amorosamente? 
Puede que digas que sí porque no sabes lo que significa mirar amorosamente un objeto. Puede que hayas mirado lascivamente un objeto: eso es otra cosa. 
Eso es totalmente diferente, diametralmente opuesto. 
Así que, primero, la diferencia; trata de advertir la diferencia. Una cara guapa, un cuerpo hermoso: lo miras y te parece que lo estás mirando amorosamente. 
Pero ¿por qué lo estás mirando? ¿Quieres conseguir algo de él? Entonces es lascivia, no amor. ¿Quieres sacarle provecho? Entonces es lascivia, no amor. 
Entonces, en realidad, estás pensando cómo usar este cuerpo, cómo poseerlo, cómo hacer de este cuerpo un instrumento para tu felicidad. Lascivia significa usar algo para tu felicidad; amor significa que tu felicidad no te preocupa en absoluto. 
En realidad, lascivia significa cómo conseguir algo de ello, y amor significa cómo dar algo. Son diametralmente opuestos. 
Si ves una cara guapa y sientes amor por esa cara, el sentimiento inmediato en tu consciencia será cómo hacer algo para hacer feliz a esa cara, cómo hacer algo para hacer feliz a ese hombre o esa mujer. 
El interés no recae en ti, el interés recae en el otro. 
En el amor, lo importante es el otro; en la lascivia, lo importante eres tú. 
En la lascivia estás pensando en cómo convertir al otro en tu instrumento; en el amor estás pensando en cómo convertirte tú mismo en instrumento. 
En la lascivia vas a sacrificar al otro; en el amor te vas a sacrificar a ti mismo. 
Amor significa dar; lascivia significa conseguir. 
El amor es una entrega; la lascivia es una agresión. 
Lo que digas es insignificante: incluso en la lascivia hablas en términos de amor. Tu lenguaje no es muy significativo, así que no te engañes. 
Mira dentro de ti, y entonces llegarás a comprender que ni siquiera una vez en tu vida has mirado amorosamente a alguien o a algún objeto. 
La segunda distinción que hay que hacer: este sutra dice: 
Mira amorosamente algún objeto. En realidad, incluso si miras amorosamente algo material, inanimado, el objeto se volverá una persona. Si lo miras amorosamente, tu amor es la clave para transformar algo en una persona. 
Si miras amorosamente un árbol, el árbol se vuelve una persona. 
Justo el otro día, estaba hablando con Vivek y le dije que cuando nos mudemos al nuevo ashram pondremos nombre a cada árbol, porque todo árbol es una persona. ¿Has oído alguna vez que alguien ponga nombre a un árbol? Nadie pone nombre a un árbol, porque nadie siente amor por él. 
Si sucediera lo contrario, un árbol se volvería una persona. Entonces no es simplemente uno entre una multitud; se vuelve único. Pones nombre a los perros y los gatos. Cuando le pones un nombre a un perro y lo llamas Tigre o alguna otra cosa, el perro se vuelve una persona. 
Entonces no es sólo un perro entre otros perros, sino que además tiene personalidad; has creado una persona. 
Cuando miras amorosamente algo, se vuelve una persona. 
Y lo contrario también es cierto. 
Cuando miras con ojos lascivos a una persona, la persona se vuelve un objeto, una cosa. 
Por eso los ojos lascivos son repulsivos: porque a nadie le gusta convertirse en una cosa. 
Cuando miras a tu esposa con ojos lascivos o a cualquier otra mujer, u hombre, con ojos lascivos, el otro se siente herido. ¿Qué estás haciendo en realidad? Estás convirtiendo una persona, una persona viviente, en un instrumento muerto. 
Estás pensando en cómo «usar», y la persona es matada. 
Por eso los ojos lascivos son repulsivos, feos. 
Lo que digas es insignificante: incluso en la lascivia hablas en términos de amor. Tu lenguaje no es muy significativo, así que no te engañes. 
Mira dentro de ti, y entonces llegarás a comprender que ni siquiera una vez en tu vida has mirado amorosamente a alguien o a algún objeto.
Por ejemplo, si eres un empleado en una oficina o un maestro en una escuela o un profesor en una universidad, tu puesto es reemplazable. 
Otro profesor te reemplazará; puede reemplazarte en cualquier momento porque eres simplemente usado allí como profesor. Tienes un sentido y significado funcional. 
Si eres un empleado, cualquier otra persona es capaz de hacer el trabajo fácilmente. El trabajo no te esperará. 
Si te mueres ahora mismo, al momento siguiente alguien te reemplazará y el mecanismo continuará. 
Tú eras sólo una figura: otra figura servirá. 
Eras sólo una utilidad. Pero entonces alguien se enamora de este empleado o de este profesor. De pronto el empleado ya no es un empleado; se ha vuelto una persona única., 
Si muere, la amada no puede reemplazarlo. 
Es irremplazable. 
Entonces el mundo entero puede seguir igual, pero la persona que estaba enamorada no puede seguir igual. 
Esta unicidad, este ser una persona, sucede a través del amor. Este sutra dice: Mira amorosamente algún objeto. No hace ninguna distinción entre un objeto y una persona. 
No es necesario, porque cuando miras amorosamente cualquier cosa se vuelve una persona. 
La mirada misma cambia, transforma. 
Puede que hayas observado, o no, lo que sucede cuando conduces un coche concreto, pongamos un Fiat. 
Hay miles y miles y miles de Fiat exactamente similares, pero tu coche, si estás enamorado de él, se vuelve único: una persona. No puede ser reemplazado; se ha creado una relación. 
Ahora percibes ese coche como a una persona. 
Si algo va mal, un ligero sonido, lo adviertes. 
Y los coches son muy temperamentales. 
Conoces el temperamento de tu coche: cuándo se siente bien y cuándo se siente mal. El coche se vuelve, con el tiempo, una persona. ¿Por qué? Si hay una relación de amor, cualquier cosa se vuelve una persona. 
Si hay una relación de lascivia, entonces una persona se vuelve una cosa. Y éste es uno de los actos más inhumanos que puede hacer el hombre: convertir a alguien en una cosa. 
Mira amorosamente algún objeto… Así que ¿qué hay que hacer? Cuando mires amorosamente, ¿qué tienes que hacer? Lo primero: olvídate de ti mismo. ¡Olvídate completamente de ti mismo! Mira una flor y olvídate completamente de ti mismo. Deja en paz a la flor; vuélvete completamente ausente. 
Siente la flor; y un profundo amor fluirá de tu consciencia hacia la flor. 
Y deja que tu consciencia se llene con sólo un pensamiento: cómo puedes ayudar a esta flor a florecer más, a volverse más bella, a volverse más dichosa. ¿Qué puedes hacer? 
No es significativo si puedes hacer algo o no; eso no es relevante. 
La sensación de qué puedes hacer -este dolor, este profundo malestar acerca de qué puedes hacer para hacer esta flor más bella, más viva, más florecientees significativa. 
Deja que este pensamiento reverbere en todo tu ser. 
Deja que cada fibra de tu cuerpo y de tu mente lo sienta. 
Te traspasará un éxtasis, y la flor se volverá una persona. 
No te vayas a otro objeto… No te puedes ir. 
Si estás en una relación de amor, no te puedes ir. 
Si amas a alguien en este grupo, entonces te olvidas de toda la multitud; sólo permanece una cara. En realidad, no ves a nadie más, sólo ves una cara. Todas las demás están ahí, pero son subliminales: tan sólo en la periferia de tu consciencia. 
No existen. Son sólo sombras; sólo una cara permanece. 
Si amas a alguien, sólo permanece esa cara, así que no te puedes ir. No te vayas a otro objeto, permanece con uno. Permanece con una rosa o permanece con el rostro de una persona amada. Permanece ahí amando, fluyendo con sólo un corazón, con la sensación de «¿Qué puedo hacer para que el amado sea más feliz, dichoso?». Aquí, en medio del objeto: la bendición. Y cuando sucede esto, estás ausente, no preocupado por ti mismo en absoluto, no egoísta, no pensando en función de tu placer, tu gratificación. 
Te has olvidado completamente de ti mismo, y estás pensando sólo en función del otro. El otro se ha vuelto el centro de tu amor; tu consciencia está fluyendo hacia el otro. 
Con profunda compasión, con un profundo sentimiento de amor, estás pensando: «¿Cómo puedo hacer dichoso al amado?» En este estado, de pronto, Aquí, en medio del objeto: la bendición. De pronto, como resultado adicional, llega a ti la bendición. 
De pronto estás centrado. 
Esto parece paradójico, porque este sutra dice que te olvides de ti mismo completamente, que no pienses en ti mismo, que vayas al otro completamente. 
Se cuenta que Buda decía continuamente que siempre que reces, reza por los demás, nunca por ti mismo. 
De lo contrario la oración es inútil. 
Un hombre vino a Buda y dijo: «Acepto tu enseñanza, pero hay sólo una cosa que es muy difícil de aceptar. 
Dices que cuando oremos no debemos pensar en nosotros mismos. Tenemos que decir: «Sea cual sea el resultado de mi oración, que ese resultado sea distribuido a todos.» 
El hombre dijo: «Esto está bien, pero ¿puede hacer tan sólo una excepción? No a mi vecino de al lado él es mi enemigo. 
Que esta bendición sea distribuida a todos excepto a mi vecino de al lado.» La mente es egocéntrica, así que Buda dijo: «Tu oración es vana. 
Nada resultará de ella a menos que estés dispuesto a darlo todo, a distribuirlo todo, y entonces todo será tuyo.» 
En el amor te olvidas de ti mismo. Parece paradójico: entonces ¿cuándo y cómo sucederá el centramiento? Estando totalmente ocupado con el otro, con la felicidad del otro, cuando te olvidas completamente de ti mismo y sólo queda el otro, de pronto te llenas de dicha: la bendición. ¿Por qué? Porque cuando no estás ocupado contigo mismo te vuelves vacante, vacío; se crea el espacio interno. 
Cuando tu mente está totalmente ocupada con el otro, te quedas sin mente dentro de ti. Entonces no hay pensamientos dentro. Y entonces este pensamiento -«¿Cómo puedo ayudar? ¿Cómo puedo crear más dicha? ¿Cómo puede ser más feliz el otro?»- ya no puede continuar, porque, en realidad, no hay nada que puedas hacer. 
Este pensamiento se convierte en un stop. 
No hay nada que puedas hacer. ¿Qué puedes hacer? Si piensas que puedes hacer algo, todavía estás pensando en función de ti mismo: el ego. Con el objeto del amor uno se vuelve totalmente desvalido: recuerda esto. Siempre que amas a alguien te sientes totalmente desvalido. Ésa es la agonía del amor: uno no puede percibir lo que puede hacer. 
Quiere hacerlo todo, quiere dar el universo entero al amante o la amada, pero ¿qué puede hacer? Si piensas que puedes hacer esto o lo otro, aún no estás en una relación de amor. 
El amor es muy desvalido, absolutamente desvalido, y ese desvalimiento es su belleza, porque en ese desvalimiento te entregas. Ama a alguien y te sentirás desvalido; odia a alguien y puedes hacer algo. Ama a alguien y te sentirás absolutamente desvalido: porque ¿qué puedes hacer? 
Cualquier cosa que puedas hacer parece insignificante, sin sentido; nunca es suficiente. No se puede hacer nada. Y cuando uno siente que no hay nada que hacer, uno advierte que está desvalido. Cuando uno quiere hacer de todo y siente que no se puede hacer nada, la mente se para. En esta entrega desvalida, sucede. Estás vacío. Es por eso por lo que el amor se convierte en una profunda meditación. 
En realidad, si amas a alguien, no es necesaria ninguna otra meditación. Pero como nadie ama, son necesarios ciento doce métodos; y puede que ni siquiera ellos sean suficiente. 
El otro día vino alguien. Me decía: «Me da mucha esperanza. Te he oído decir que hay ciento doce métodos; no lo sabía. 
Me da mucha esperanza, pero de algún modo me viene también una depresión a la mente: ¿sólo ciento doce métodos? ¿Y si estos ciento doce métodos no funcionan conmigo, no hay un ciento trece?» 
Y tiene razón. ¡Tiene razón! Si estos ciento doce métodos no funcionan contigo, entonces se acabó. Así que, tal como él sugiere, una depresión sigue a la esperanza. 
Pero, en realidad, son necesarios métodos porque falta el método básico. Si puedes amar, no es necesario ningún método. El amor mismo es el método máximo, pero el amor es difícil; en cierto modo, imposible. Amor significa sacarte a ti mismo de tu consciencia, y en el mismo lugar, donde existía tu ego, poner a otra persona. 
Reemplazarte a ti mismo por otra persona significa amor: como si ya no estuvieras y sólo estuviese el otro. 
Jean-Paul Sartre dice que el otro es el infierno, y tiene razón. Tiene razón porque el otro sólo crea infierno para ti. 
Pero también está equivocado, porque si el otro puede ser el infierno, el otro puede ser el cielo. 
Si vives mediante la lascivia, el otro es un infierno, porque estás tratando de matar a esa persona. 
Estás intentando convertir a esa persona en una cosa. 
Entonces esa persona reaccionará también y tratará de convertirte en una cosa, y eso crea el infierno. 
De manera que todo marido y toda esposa están creándose mutuamente el infierno, porque cada uno está tratando de poseer al otro. 
La posesión sólo es posible con las cosas, nunca con las personas. Sólo puedes ser poseído por una persona; nunca puedes poseer a una persona. 
Una cosa puede ser poseída, pero tú intentas poseer personas. 
A través de ese esfuerzo, las personas se vuelven cosas. 
Si te convierto en una cosa, reaccionarás. 
Entonces soy tu enemigo. 
Entonces intentarás hacer de mí una cosa: eso crea el infierno. Estás sentado solo en tu habitación, y de repente te das cuenta de que alguien está mirando furtivamente por el ojo de la cerradura. Observa minuciosamente lo que sucede. ¿Has notado algún cambio? ¿Y por qué te estás enfadando con este mirón? No te está haciendo nada; sólo está fisgando. ¿Por qué estás enfadado? Te ha transformado en una cosa. 
Está observando; te ha convertido en una cosa, en un objeto. Eso te produce malestar. 
Y lo mismo le pasará a él si tú te acercas al ojo de la cerradura y te pones a mirar por él. El otro se sentirá deshecho, aturdido. Era un sujeto justo un momento antes: él era el observador y tú eras el observado. Ahora de pronto ha sido atrapado. 
Ha sido observado observándote a ti, y se ha vuelto una cosa. Cuando alguien está observándote, de pronto sientes que tu libertad ha sido perturbada, destruida. 
Por eso, a menos que estés enamorado de alguien, no puedes mirar fijamente a una persona. Esa mirada fija se vuelve fea y violenta; a no ser que estés enamorado. 
Si estás enamorado, una mirada fija es una cosa bella, porque tu mirada no está convirtiendo al otro en una cosa. 
Entonces puedes mirar directamente a los ojos, entonces puedes mirar al fondo de los ojos del otro. 
No estás transformándolo en una cosa. 
Más bien, mediante tu amor tu mirada está convirtiéndole en una persona. Por eso sólo las miradas fijas de los amantes son bellas; de otra forma las miradas fijas son feas. 
Los psicólogos dicen que hay un tiempo límite. 
Y todos lo sabéis; observad y sabréis cuál es el tiempo límite durante el cual puedes mirar a los ojos de alguien si es un extraño. Un momento más, y el otro se enfadará. 
Una simple mirada en público al pasar puede ser perdonada, porque parece que estabas viendo, no mirando. 
Una mirada es algo muy profundo. Si simplemente te veo al pasar, no se crea ninguna relación. O estoy pasando y tú me miras justo al pasar: no se da a entender ninguna ofensa, así que está bien. Pero si de pronto te levantas y me miras, te conviertes en un acechador. 
Entonces tu mirada me molestará y me sentiré insultado: «¿Qué estás haciendo? Soy una persona, no una cosa. 
Ésa no es forma de mirar.» A causa de esto, la ropa se ha vuelto tan significativa. Sólo cuando amas a alguien puedes estar desnudo fácilmente, porque en cuanto estás desnudo, tu cuerpo entero se vuelve un objeto. Alguien puede mirar todo tu cuerpo, y si no está enamorado de ti, sus ojos convertirán todo tu cuerpo, todo tu ser, en un objeto. 
Pero cuando estás enamorado de alguien puedes estar desnudo sin sentir que estás desnudo. 
Más bien, te gustaría estar desnudo, porque te gustaría que este amor transformante transformase todo tu cuerpo en una persona. Siempre que conviertes a alguien en una cosa, ese acto es inmoral. 
Pero si estás lleno de amor, entonces, en ese momento lleno de amor, con cualquier objeto es posible este fenómeno, esta bendición. Sucede. 
En medio del objeto: la bendición. 
De pronto te has olvidado de ti mismo: el otro estaba allí. Entonces, cuando llegue el momento adecuado, cuando ya no estés presente, cuando estés absolutamente ausente, el otro también se volverá ausente. Y entre los dos sucede la bendición. Eso es lo que sienten los amantes. 
Esa bendición es también a causa de una meditación desconocida, inconsciente. 
Cuando hay dos amantes; poco a poco ambos se vuelven ausentes. Queda una pura existencia: sin egos, sin conflicto…, simplemente una comunión. En esa comunión uno se siente dichoso. 
Y se deduce erróneamente que el otro te ha dado esa dicha. 
Esa dicha ha llegado porque, sin saberlo, has caído en una técnica meditativa profunda. 
Puedes hacerla conscientemente, y cuando lo haces conscientemente va más profundo, porque entonces no estás obsesionado con el objeto. Esto sucede todos los días. 
Si amas a alguien, no te sientes dichoso debido a él o a ella, sino debido al amor. ¿Y por qué debido al amor? Porque sucede este fenómeno; sucede este sutra. Pero entonces te obsesionas. Entonces piensas que es debido a A, debido a la proximidad, a la cercanía de A, debido al amor de A que sucede esta bendición. 
Entonces piensas: «Debo poseer a A, porque sin que A esté presente puede que no sea capaz de conseguir esta bendición de nuevo». Te vuelves celoso. 
Si otro posee a A, entonces será dichoso y tú te sentirás desgraciado, de modo que quieres eliminar todas las posibilidades de que A sea poseído por ninguna otra persona. 
A sólo debería ser poseído por ti, porque tú has vislumbrado un mundo diferente por medio de él. Entonces, en el momento en que trates de poseer, destruirás toda la belleza y todo el fenómeno. Cuando el amante es poseído, el amor se ha ido. Entonces el amante es sólo una cosa. Puedes usarlo, pero la bendición nunca volverá, porque esa bendición venía cuando el otro era una persona. El otro era hecho, creado: tú creabas la persona en el otro, y el otro creaba la persona en ti. 
Ninguno era un objeto. Ambos erais subjetividades que se encontraban: dos personas encontrándose, no una persona y una cosa. Pero en el momento en que poseas, esto se volverá imposible. 
Y la mente intentará poseer, porque la mente piensa en función de la avaricia: «Un día ha sucedido la bendición, así que debe sucederme todos los días. 
Así que debo poseer.» Pero la bendición sucede porque no hay posesión. Y la bendición sucede, en realidad, no debido al otro, sino debido a ti. 
Recuerda esto: la bendición sucede debido a ti. 
Debido a que estás tan absorbido en el otro, la bendición sucede. Puede suceder con una rosa, puede suceder con una piedra, puede suceder con los árboles, puede suceder con cualquier cosa. Una vez que conoces la situación en la que sucede, puede suceder en cualquier parte. 
Si sabes que no eres, y tu consciencia, con profundo amor, se ha ido al otro: a los árboles, al cielo, a las estrellas, a cualquiera; cuando tu consciencia total está dirigida al otro, te deja, se va de ti: en esa ausencia del yo está la bendición. 
Siéntate sólo sobre las nalgas. 
Séptima técnica para centrarse: 
Sin apoyo para los pies o las manos, siéntate sólo sobre las nalgas. De pronto, el centramiento. 
Esta técnica ha sido empleada por los taoístas en China durante siglos; y es una técnica estupenda, una de las más fáciles. Prueba esto: Sin apoyo para los pies o las manos, siéntate sólo sobre las nalgas. De pronto, el centramiento. ¿Qué hay que hacer? Necesitarás dos cosas. Primero, un cuerpo muy sensible, que no tienes. Tienes un cuerpo muerto; es tan sólo un fardo con el que hay que cargar: no es sensible. 
Primero tendrás que hacer tu cuerpo sensible; de lo contrario esta técnica no funcionará. Así que primero te diré algo sobre cómo hacer tu cuerpo sensible, y especialmente las nalgas, porque normalmente las nalgas son la parte más insensible de tu cuerpo. Tienen que serlo. Tienen que serlo porque estás todo el día sentado sobre tus nalgas. Si son demasiado sensibles, será difícil. Así es que tus nalgas son insensibles: necesitan serlo. Igual que las plantas de los pies, son insensibles. 
Sentado continuamente sobre ellas, nunca notas que estás sentado sobre tus nalgas. ¿Lo has notado antes alguna vez? Ahora puedes sentir que estás sentado sobre tus nalgas, pero nunca antes lo has sentido; y has estado sentado sobre tus nalgas toda tu vida, nunca conscientemente. 
Su función es tal que no pueden ser muy sensibles. 
Así que primero tienes que hacerlas sensibles. 
Prueba un método muy fácil… Y este método se puede hacer con cualquier parte del cuerpo; entonces el cuerpo se volverá sensible. Simplemente siéntate en una silla, relajado, y cierra los ojos. Siente tu mano izquierda o tu mano derecha; cualquiera de las dos. Siente tu mano izquierda. Olvídate de todo el cuerpo y siente tan sólo la mano izquierda. 
Cuanto más la sientas, más pesada se volverá la mano izquierda. 
Continúa sintiendo la mano izquierda. 
Olvídate de todo el cuerpo; sigue sintiendo la mano izquierda tomo si fueras sólo la mano izquierda. 
La mano seguirá volviéndose más y más y más pesada. 
Según se vaya volviendo pesada, sigue sintiéndola volviéndose más pesada. Entonces trata de sentir lo que está sucediendo en la mano. Cualquiera que sea la sensación, toma nota de ella: cualquier sensación, cualquier sacudida, cualquier ligero movimiento: toma nota en la mente de que esto está sucediendo. Y sigue haciéndolo todos los días durante al menos dos semanas. 
En cualquier momento del día, hazlo durante diez, quince minutos. Simplemente siente la mano izquierda y olvídate de todo el cuerpo. En un plazo de tres semanas sentirás que tienes una mano izquierda nueva, o una mano derecha nueva. 
Será muy sensible. 
Y te harás consciente de cada tenue y delicada sensación de la mano. Cuando tengas éxito con la mano, inténtalo con las nalgas. Intenta esto: cierra los ojos y siente que sólo existen las dos nalgas; tú ya no existes. 
Deja que toda tu consciencia vaya a las nalgas. No es difícil. 
Si lo intentas, es estupendo. Y la sensación de vitalidad que llega al cuerpo es en sí misma muy dichosa. 
Entonces, cuando puedas sentir tus nalgas y se puedan volver muy sensibles, cuando puedas sentir todo lo que esté sucediendo dentro -un ligero movimiento, un ligero dolor o cualquier cosa-, entonces podrás observar y saber. 
Entonces tu consciencia está unida a las nalgas. 
Primero pruébalo con la mano. 
Como la mano es muy sensible, es fácil. Una vez que adquieras la confianza en que puedes sensibilizar tu mano, esta confianza te ayudará a sensibilizar tus nalgas. 
Entonces haz esta técnica. 
De modo que necesitarás al menos seis semanas antes de poder acceder a esta técnica: tres semanas con tu mano y luego tres semanas con tus nalgas, haciéndolas más y más sensibles. Tumbado en la cama, olvídate de todo el cuerpo. 
Recuerda que sólo sientes las dos nalgas. 
Siente el contacto: las sábanas, el frío o la calidez que llega lentamente. Siéntelo. Tumbado en la bañera, olvídate del cuerpo. Recuerda sólo las nalgas: siente. 
Ponte contra una pared con tus nalgas tocando la pared: siente el frío de la pared. De pie junto a tu amado, junto a tu esposa o tu marido,  las nalgas de uno junto a las nalgas del otro: siente al otro a través de las nalgas. 
Esto es sólo para «crear» tus nalgas, para llevarlas a una situación en la que puedan empezar a sentir. 
Luego haz esta técnica: Sin apoyo para los pies o las manos… Siéntate en el suelo. Sin apoyo para los pies o las manos, siéntate sólo sobre las nalgas. 
La postura de Buda servirá, padmasana servirá. 
O siddhasana servirá, o cualquier asana normal, pero es bueno no usar las manos. Permanece sobre las nalgas, siéntate sólo sobre las nalgas. Entonces ¿qué hay que hacer? Simplemente cierra los ojos. Siente las nalgas tocando el suelo. 
Y como las nalgas se han vuelto sensibles, sentirás que una nalga está tocando más. 
Te estás apoyando sobre una nalga, y la otra está tocando menos. 
Entonces mueve el apoyo a la otra. 
Inmediatamente vete a la otra; luego vete a la primera. 
Sigue moviéndote de una a la otra, y luego, poco a poco, equilíbrate. 
Equilibrarse significa que tus dos nalgas están sintiendo lo mismo. Tu peso en ambas nalgas es exactamente el mismo. 
Y cuando tus nalgas estén sensibles, esto no será difícil, lo sentirás. 
Una vez que tus nalgas estén equilibradas, de pronto, el centramiento. Con ese equilibrio, de pronto serás arrojado al centro del ombligo, y estarás centrado dentro. 
Te olvidarás de las nalgas, te olvidarás del cuerpo. 
Serás arrojado al centro interno. 
Por eso digo que los centros no son significativos, pero centrarse sí; suceda en el corazón o en la cabeza o en las nalgas, o en cualquier parte. Has visto budas sentados. 
Puede que no hayas imaginado que están equilibrando sus nalgas. Vas a un templo y ves a Mahavira sentado, a Buda sentado: puede que nunca se te haya pasado por la imaginación que este estar sentados es sólo un equilibramiento de las nalgas. Lo es; y cuando no hay desequilibrio, de pronto ese equilibrio te da el centramiento.

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