viernes, 24 de febrero de 2017

YOGA VASISHTHA - Valmiki - part 5


NOVENA CONVERSACIÓN

Dijo el bienaventurado Våsishtha:

«En una región del norte, entre las cumbres del Himalaya, hay una cima llamada Kailasha.
Allí es donde Shiva, la gran Divinidad, pasea observando las cascadas que brotan de las cavernas de la montaña y vuelven a ser tragadas por ellas.
Allí una vez vivió una raza de hombres que tenían a Surghu como jefe. Era poderoso, hospitalario y reflexivo.
Los sabios acostumbran a viajar, aliviando sufrimientos y reduciendo la ignorancia, y así ocurrió que, un día, el sabio Mandavya visitó a ese pueblo.
Surghu dio la bienvenida al sabio y dijo: ‘Me siento tan sumamente gozoso de recibir esta visita como la tierra cuando llega la primavera. El pensamiento de las recompensas y castigos que he distribuido entre mis súbditos atormenta sin cesar mi corazón.
Dígnate, pues, bienaventurado sabio, aliviarme de este dolor y permite al sol de la paz y la serenidad iluminar la oscuridad de mi mente.’
Mandavya respondió: ‘Oh príncipe, con el esfuerzo y con la confianza en las propias fuerzas es como las dudas de la mente se funden, como la nieve bajo los rayos del sol.
El autoconocimiento, oh príncipe, es también esencial.
Pregúntate en tu mente: ¿Quién soy yo? ¿Qué es esta vida nuestra y qué es esa muerte que nos acecha? Seguramente estas preguntas te conducirán al discernimiento.
Cuando, reflexionando sobre la condición de tu mente, llegues a conocer tu verdadera naturaleza, permanecerás imperturbable tanto ante la alegría como ante la pena, y serás firme como una roca.




A los desapasionados se les honra como a los más afortunados de los hombres, y quien conoce esta verdad conserva el contento interior y es un sabio.
Las grandes almas evitan preocuparse de las cosas exteriores para poder contemplar la pura luz del Espíritu supremo en su propio interior. Hasta que no te hayas liberado de los desvelos por tus fruslerías particulares no podrás tener ninguna visión del Espíritu universal. Sólo tras la desaparición de todo interés por el mundo el Espíritu trascendente se da a conocer.
Deshazte de todo sentimiento hacia las cosas particulares y tendrás un conocimiento de lo que es universal; empezarás a comprender al Atman que lo engloba todo.
Sólo a condición de empeñarte en conocer al supremo Espíritu de todo corazón y con toda la mente y de sacrificar en esa búsqueda cualquier otro objeto o intención se convierte en posible conocer ese Espíritu en Su plenitud. Todos los objetos visibles que parecen ligados por el hilo de las causas y de los efectos son creación de la mente, que los mantiene unidos como el cordón sujeta las perlas de un collar. Aquello que permanece tras la disolución de la mente y de sus cuerpos creados en sólo Atman, que es el Dios supremo, Aquel que es más exaltado que todo.’
El jefe Surghu ofreció regalos, frutos y flores al sabio, que partió hacia otras regiones para seguir su misión.
Entonces Surghu, siguiendo la enseñanza del sabio, meditó asiduamente durante tres años en el silencio de su mente y se percató de su divinidad.
Dijo: ‘Mi Atman está dotado de toda belleza y es la luz que ilumina todo objeto.
¡Veo! ¡Veo! Mi Atman carece de forma y, sin embargo, es capaz de tomar toda forma y manifestación.
La causa de la felicidad y miseria humanas consiste en una falsa representación de la facultad de entender. Este mundo es un escenario instalado por la mente, que juega a protagonista mientras Atman asiste silencioso como espectador de la obra.
Contemplo esta maravillosa esfera del intelecto que ahora brilla sobre mí con todo su esplendor, y yo te saludo, oh luz santa, a quien veo ante mí resplandecer.’
El jefe Surghu reinó cien años en ese estado de iluminación, tras lo cual, por impulso propio, abandonó la habitación de su frágil cuerpo.
Esa mente inteligente, liberada de la servidumbre de la reencarnación, se convirtió en uno con el Espíritu inmaculado y fue absorbida en el supremo único, al igual que el aire contenido en un recipiente se une con el firmamento que lo engloba todo cuando el recipiente se rompe.»

El bienaventurado Våsishtha continuó:

«Estas son algunas de las enseñanzas de ese noble príncipe, oh Rama-ji, que te
ofrezco para el bien de la humanidad:
‘Qué es samadhi? La insensibilidad de la mente al tumulto del orgullo y el rencor es conocida por el sabio con el término samadhi; cuando la mente es inquebrantable como una roca, resistiendo con firmeza al viento rugiente de las pasiones, está en samadhi.
Soy puro, iluminado y plenamente consciente en todo momento. Mi mente está tranquila y mi corazón descansa en cualquier circunstancia.Nada podría perturbar el dulce reposo de mi mente, anclada en una comunión ininterrumpida con el Santo Espíritu, Brahman.
Nada hay en el mundo que podamos considerar como anterior a nosotros, porque todo lo que brilla y reluce aquí abajo en realidad no es nada y está desprovisto de valor intrínseco.
Como aquí no hay nada que pueda desear, tampoco hay nada que me repela, porque la ausencia de una cosa también implica la ausencia de su contrario.
El sabio silencioso que conoce todo, que es santo, tranquilo y sereno dentro de sí, jamás es molestado por una mente rebelde.
Con la seguridad que proporciona el servicio al magnánimo Maestro, la mente dotada de sabiduría recibe el saber y medita para salvarse del océano de este mundo exactamente igual que un viajero obtiene de un barquero el batel que le permitirá atravesar un río.
Este es el verdadero camino que conduce a la mente a la pureza y que te volverá capaz de desenredarte de las trampas de tu mente, liberando a tu corazón de las redes del egoísmo.»



 Maha Shakti


DÉCIMA CONVERSACIÓN

Dijo el bienaventurado Våsishtha:

«Este mundo está hecho de realidad y de irrealidad, y lleva el sello del Todopoderoso; está constituido de unidad y de dualidad y, sin embargo, está libre de ambas.
El intelecto caído que se asimila a sí mismo al cuerpo se encuentra realmente confinado en él; pero cuando sabe que es idéntico al puro Atman se libera de su confinamiento.
Brahman es todo en todos; es perfecta paz, sin segundo, sin equivalencia ni comparación.
Como Infinito, Se extiende mediante Su propio poder y despliega Su intelecto en tres direcciones diferentes: creación, preservación y disolución.
Una vez dominada la mente, y que sus sentidos y órganos se hallan concentrados en Atman, aparece ante ella una luz deslumbrante que borra el mundo irreal, como desaparecen las tinieblas de la noche ante la luz del sol.
El mundo imaginario se retira de la vista y cae como una hoja muerta, y jiva queda como una semilla marchita, sin poder de crecimiento ni reproducción.
El intelecto, desprendido de la nube de ilusión que cubría a la mente engañada, brilla con el resplandor de un claro cielo de otoño.
Ahora te he hablado, oh Rama-ji, de la sumisión y rebajamiento de la mente, primera etapa con vistas a su santificación por el Yoga; a continuación te hablaré de la segunda etapa, que es la edificación y fortalecimiento del intelecto.
Continúa con paciencia, valentía y celo incansables tus meditaciones y tu auto examen y adora a Dios en el santo Yoga. Recuerda que, si una mente es mezquina, codiciosa o se cree superior a otras, no podrá ver a Dios.
Con la inquebrantable perseverancia en esta vía, el peregrino realiza un largo camino hacia un estado que supera todas mis posibilidades de descripción, pero del cual el santo adepto puede tener experiencia a lo largo de su trayecto. En ese estado yóguico todo es paz y bondad. La sílaba OM es el símbolo de la totalidad.
Aprende ahora el método de adorar a Dios, oh discípulo bien amado. En la adoración, en todas sus formas, debes dejar de pensar en tu cuerpo y separar a tu mente de tu personalidad. Es necesario que tu mente se aplique asiduamente, bajo la dirección de tu Maestro, en pensar en el espíritu puro e inmaterial, que desde dentro es testigo de los hechos y gestos de tu cuerpo.
La verdadera adoración consiste sólo en meditar interiormente sin ninguna forma exterior; obliga, pues, a tu mente a la adoración del Espíritu universal meditando dentro de ti.
Él es la forma del intelecto, la fuente de toda luz, ¡y tan resplandeciente como millones de soles! Es la luz interior de la mente. Su cabeza y Sus hombros sobrepasan al cielo de los cielos; Sus pies de loto descienden más abajo que el más profundo abismo del espacio.
Los mundos que evolucionan unos sobre otros no ocupan más que un rincón de su inmenso seno. Su resplandor supera los límites del vacío ilimitado. Hacia arriba, hacia abajo, en los cuatro puntos cardinales y hacia todas las direcciones del espacio Se extiende sin jamás disminuir y siempre sin fin.
Contiene en Sí mismo la esfera de este mundo, así como todos los demás mundos con sus montañas y todo lo que se halla en ellos; y el Tiempo irresistible, que sin cesar les precipita hacia adelante, es el guardián en el umbral de Su eternidad.
Se encuentra en el centro de todas las cosas, de las que constituye Su único dispensador de fuerza y de energía ¡Tat Twam Asi! ¡Eso eres tú!
¡Adóralo dentro de ti! Para ello no exige que uno sea un iluminado ni que se le queme incienso.
Con la continua conversación sobre este tema sagrado y reanudando constantemente su búsqueda cuando se interrumpe se llega a ser plenamente consciente del Sí mismo.
La ofrenda de un corazón purificado y liberado tanto del deseo como de la aversión
Le resulta más agradable que joyas preciosas y que las más perfumadas flores.La mejor meditación es la que se acompaña de la ofrenda de sí mismo al Señor o al santo Yoga.
Quien adora al Señor así durante una hora completa obtendrá la recompensa de cumplir el sacrificio de Raja, y el practicar esta forma de adoración a media noche corresponderá al mérito de realizar un millón de sacrificios.
Cuando los benéficos rayos de la misericordia iluminen la mente del yogui compasivo y la dulce influencia de la simpatía alcance su corazón, entonces él será el más agradable y el más apropiado para servir, mediante meditaciones yóguicas, al Señor que reside en su interior.
Cuando un hombre ha controlado las turbulentas pasiones de su mente gracias a la rectitud de su juicio y ha extendido sobre su corazón y su mente el suave manto de la compasión y del contento apaciguante, entonces debe adorar a la divina serenidad dentro de sí.
Se debe meditar en Atman y servir al Maestro tanto en la alegría como en la pena.
Nunca lamentes lo perdido y utiliza lo que posees; adora al Espíritu supremo, en tu mente y en tu alma con una constancia sin desfallecimiento.
Por el bien de todos los seres vivos y por la salvación del universo, mantén tu constancia incluso entre las actividades inicuas de los hombres y permanece fiel a tu voto de estar santamente consagrado en todo tiempo a Brahman y al guru.
Deja de pensar en ti mismo como tal o cual persona; evita todo lo trivial y, sabiendo que todo es el Uno universal, quédate firme en tu voto de adoración al Espíritu supremo, Brahman.
Situado en un mundo de sufrimiento, el hombre no debería prestar ninguna atención al espectáculo de las más o menos graves calamidades que se presentan ante su vista.
No se trata más que de tintes y tonalidades fugitivos que colorean la vacía bóveda del cielo y que pronto se desvanecen en la nada.
Cualquiera que sea el sacrificio ofrecido para servir al Señor, sabe que la ecuanimidad de la mente es la mejor ofrenda y la más eficaz. La ecuanimidad es de un agradable sabor y posee el poder sobrenatural de transformar todo en ambrosía.
La ecuanimidad dilata el corazón y regocija a la mente como inunda la luz del sol la bóveda celeste, y se la considera la devoción más elevada.Confiando en el razonamiento correcto combinado con el hábito de la calma, los hombres llegan a ser capaces de atravesar los oscuros y peligrosos torrentes de este mundo.
El hombre virtuoso, tranquilo y sereno, benévolo hacia todos los seres vivos, experimenta la benéfica influencia de la Verdad suprema que se manifiesta en su alma.
Quien tiene una mente tan serena como el claro de luna, sea en vísperas de una fiesta o de una batalla, o incluso en el momento de la muerte, ése, en verdad, es un santo.
Quien con la mirada satisfecha infunde sobre todas las cosas a su alrededor el esplendor de su benevolencia, ése es llamado santo.
Quien no tolera en su mente las tribulaciones de esta vida por graves y persistentes que sean y no se ve a sí mismo dentro del marco de su cuerpo, ése es conocido por ser un santo.
Oh príncipe virtuoso, quienquiera que acoja con fe y piedad estas palabras que digo, con certeza crecerá día tras día en el conocimiento de Dios.
Todo sufrimiento cesa para quien medita en su interior estas enseñanzas espirituales.»

Cuando se puso el sol, difundiendo su oro sobre el horizonte, y los lotos del lago cerraron sus pétalos, el bienaventurado sabio Våsishtha terminó su discurso. El emperador y la familia real tocaron los pies del sabio y lo colmaron de regalos, de plata, oro y piedras preciosas; los devas hicieron llover flores celestiales sobre los asistentes exclamando:
«¡Jai! ¡Jai! ¡Jai!»

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