miércoles, 22 de febrero de 2017

El Libro de los Secretos (Osho) CAPITULO- VII PRIMER ESCRITO


Capítulo 7 (PRIMER ESCRITO)
Técnicas para Tranquilizarte 
Los Sutras 
10 Mientras estés siendo acariciada, 
Dulce Princesa, entra en la caricia como vida eterna. 
11 Cierra las puertas de los sentidos cuando sientas el sigiloso caminar de una hormiga. Entonces. 
12 Cuando estés en una cama o en un asiento, permitete volverte ingrávido, más allá de la mente. 

El hombre tiene un centro, pero vive fuera de él: fuera del centro. Eso crea una tensión interna, una agitación constante, angustia. No estás donde deberías estar; no estás en tu equilibrio correcto. Estás desequilibrado, y este estar desequilibrado, descentrado, es la base de todas las tensiones mentales. 
Si el desequilibrio es excesivo, te vuelves loco. 
Un loco es alguien que se ha salido completamente de sí mismo. El hombre iluminado es justo lo contrario del loco. 
Está centrado en sí mismo. Tú estás en medio. 
No estás completamente fuera de ti, y tampoco estás en tu centro. Te mueves en el medio. A veces te vas muy, muy lejos y tienes momentos en los que estás loco temporalmente. 
En pleno enfado, en el sexo, en cualquier cosa en la que te hayas ido demasiado lejos de ti mismo, estás temporalmente loco. Entonces no hay ninguna diferencia entre tú y un loco. 
La única diferencia es que él está ahí permanentemente y tú estás ahí temporalmente. Tú volverás. 
Cuando estás enfadado, es una locura, pero no es permanente. Cualitativamente no hay diferencia; cuantitativamente sí hay diferencia. La cualidad es la misma, de modo que a veces tocas la locura, y a veces, cuando estás relajado, totalmente tranquilo, también tocas tu centro. Ésos son los momentos dichosos. Suceden. Entonces eres igual que un Buda, o un Krishna, pero sólo temporalmente, momentáneamente. No permanecerás ahí. En realidad, en el momento en que te das cuenta de que eres dichoso, ya te has movido. 
Es tan momentáneo que para cuando lo has reconocido, la dicha ha terminado. Seguimos moviéndonos entre estos dos puntos, pero este movimiento es peligroso. Este movimiento es peligroso porque entonces no puedes crear una auto imagen, una auto imagen fija. No sabes quién eres. 

Si te mueves constantemente de la locura a estar centrado en ti mismo, si este movimiento es constante, no puedes tener una imagen sólida de ti mismo. Tendrás una imagen líquida. 
Entonces no sabes quién eres. Es muy difícil. 
Es por eso que incluso te asustas si preveés momentos dichosos, y tratas de afianzarte en algún punto intermedio. 
Esto es lo que queremos decir al hablar de un ser humano normal: alguien que nunca toca su locura al estar enfadado y nunca toca tampoco esa libertad total, ese éxtasis. 
Nunca se sale de una imagen sólida. La persona normal es, en realidad, una persona muerta, que vive entre estos dos puntos. 
Es por eso que todos los que son excepcionales -grandes artistas, pintores, poetas- no son normales. Son muy líquidos. 
A veces tocan el centro, a veces se vuelven locos. 
Se mueven rápidamente entre estos dos puntos. Por supuesto, tienen mucha angustia, tienen mucha tensión. Tienen que vivir entre dos mundos, cambiándose constantemente a sí mismos. 
Por eso sienten que no tienen identidad. 
Sienten, según las palabras de Colin Wilson, que son ajenos. 
En vuestro mundo de normalidad, ellos son ajenos. 
Resultará útil definir estos cuatro tipos. 
Primero está el hombre normal, que tiene una identidad fija, sólida, que sabe quién es -un médico, un ingeniero, un profesor, un santo-, que sabe quién es y nunca se sale de ahí. 
Él se aferra constantemente a la identidad, a la imagen. 
En segundo lugar están los que tienen una imagen líquida: poetas, artistas, pintores, cantantes. No saben quiénes son. 
A veces se vuelven totalmente normales, a veces se vuelven locos, a veces tocan el éxtasis que toca un buda. 
En tercer lugar están los que están permanentemente locos. 
Se han salido de sí mismos; nunca vuelven a casa. 
Ni siquiera recuerdan que tienen un hogar. 
Y en cuarto lugar están los que han llegado a casa…, Buda, Cristo, Krishna. 
Esta cuarta categoría los que han llegado a casa está totalmente relajada. En su consciencia no hay ninguna tensión, ningún esfuerzo, ningún deseo. En una palabra, no están volviéndose algo. No hay nada que quieran volverse. Son, han sido. 
¡No hay ningún «volverse algo»! Y están a gusto con su ser. 
Sean lo que sean, están a gusto con ello. No quieren cambiarlo, no quieren ir a ninguna parte. No tienen futuro. 
Este mismo momento es la eternidad para ellos…, ningún anhelo, ningún deseo. Eso no significa que un buda no coma o que un buda no duerma. Come, duerme, pero eso no son deseos. 
Un buda no proyectará esos deseos: no comerá mañana; comerá hoy. Recuerda esto. Tú sigues comiendo en el mañana, sigues comiendo en el futuro; tú sigues comiendo en el pasado, en el ayer. Raramente sucede que comas hoy. 
Mientras estés comiendo hoy, tu mente se irá a alguna otra parte. Mientras estés tratando de dormirte, empezarás a comer mañana, o bien vendrá el recuerdo del pasado. Un buda come hoy. 
Vive en este mismo momento. 
No proyecta su vida al futuro; no hay futuro para él. Cuando llega el futuro, llega como presente. 
Siempre es hoy, siempre es ahora. 
De modo que un buda come, pero nunca come en la mente; recuerda esto. No come en el cerebro. Tú sigues comiendo en la mente. Es absurdo, porque la mente no está hecha para comer. Todos tus centros están embrollados; toda tu configuración cuerpomente está desbarajustada, está loca. 
Un buda come, pero nunca piensa en comer. 
Y eso es aplicable a todo. 
De modo que un buda es tan corriente como tú cuando está comiendo. No pienses que un buda no va a comer, o que cuando haga mucho sol no va a sudar, o que cuando llegue el viento frío no sentirá frío. Lo sentirá, pero siempre sentirá en el presente, nunca en el futuro. No hay ningún «volverse algo». 
Si no hay ningún «volverse algo», no hay tensión. 
Comprende esto claramente. Si no hay ningún «volverse algo», ¿cómo va a haber alguna tensión? Tensión implica que quieres ser algo que no eres. 
Eres A y quieres ser B; eres pobre y quieres ser rico; eres feo y quieres ser guapo; o eres estúpido y quieres ser sabio. Independientemente de lo que quieras, de cuál sea el deseo, la horma siempre es ésta: A quiere volverse B. Seas lo que seas, no estás contento con ello. Para estar contento se necesita otra cosa: ésa es la estructura constante de una mente que desea. 
Cuando lo consigas, la mente dirá de nuevo que «esto no es suficiente, se necesita otra cosa». 
La mente siempre sigue y sigue adelante. 
Consigas lo que consigas, se vuelve inútil. 
En el momento en que lo consigues, es inútil. 
Esto es el deseo. 
Buda lo ha llamado trishna: esto es «volverse algo». 
Tú vas de una vida a otra, de un mundo a otro, y esto prosigue. Puede continuar hasta el infinito. No tiene fin; el deseo, desear, no tiene fin. Pero si no hay ningún «volverse algo», si aceptas totalmente lo que eres -feo o guapo, sabio o estúpido, rico o pobre-, seas lo que seas, si lo aceptas en su totalidad: «volverse algo» cesa. 
Entonces no hay tensión; entonces la tensión no puede existir. Entonces  no hay angustia. Estás tranquilo, no estás preocupado. Esta mente que no está «volviéndose algo» es una mente que está centrada en el ser. En el polo contrario está el loco. 
Él no tiene ser; es sólo un «volverse algo». 
Ha olvidado lo que es. A ha sido olvidado completamente y está tratando de ser B. Ya no sabe quién es; sólo conoce el objetivo que desea. No vive aquí y ahora, sino en alguna otra parte. 
Es por eso por lo que nos parece loco, demente, porque tú vives en este mundo y él vive en el mundo de sus sueños. 
No forma parte de tu mundo; está viviendo en otra parte. 
Ha olvidado completamente su realidad aquí y ahora. 
Y al olvidarse a sí mismo, ha olvidado el mundo que lo rodea, que es real. Vive en un mundo irreal; para él, ésa es la única realidad. Un buda vive este momento mismo en el ser, y el loco es justo lo contrario. Nunca vive en el aquí y ahora, en el ser, sino siempre en el «volverse algo»: en alguna parte del horizonte. 
Son dos polos opuestos. 
Así que recuerda: el loco no es contrario a ti, es contrario a un buda. Y recuerda también: el buda no es contrario a ti, es contrario al loco. Tú estás en medio. 
Tú eres ambos, mezclados; tienes locura, tienes momentos de iluminación, pero ambos mezclados. 
A veces, si estás relajado, de repente sucede un vislumbre del centro. Hay momentos en los que estás relajado. 
Estás enamorado: por unos pocos momentos, por un solo momento, tu amante, tu amado está contigo. 
Ha sido un prolongado deseo, un prolongado esfuerzo, y por fin la persona a la que amas está contigo. 
Por un momento, la mente se apaga. 
Ha habido un prolongado esfuerzo para estar con tu amor. 
La mente ha estado anhelando y anhelando y anhelando, y la mente ha estado siempre pensando, pensando en tu amor. 
Ahora tu amor está aquí y, de pronto, la mente no puede pensar. El viejo proceso no puede continuar. 
Estabas pidiendo estar con tu amor; ahora tu amor está aquí, así que la mente simplemente se para. En ese momento en que la persona a la que amas está ahí, no hay deseo. 
Estás relajado; de pronto eres lanzado de vuelta a ti mismo. 
A no ser que un amante pueda lanzarte de vuelta a ti mismo, no es amor. A no ser que te vuelvas tú mismo en presencia de la persona que amas, no es amor. A no ser que la mente deje de funcionar completamente en presencia del amante o del amado, no es amor. A veces sucede que la mente se para y, por un momento, no hay ningún deseo. El amor no tiene deseos. 
Intenta comprender esto: puede que tú desees el amor, pero el amor no tiene deseos. Cuando sucede el amor, no hay ningún deseo; la mente está en silencio, calmada, relajada. 
No hay más «volverse algo», no hay ninguna parte a la que ir. Pero esto sucede sólo durante unos pocos momentos, si es que sucede. Si realmente has amado a alguien, sucederá durante unos pocos momentos. Es un sobrecogimiento. 
La mente no puede funcionar, porque toda su función se ha vuelto inútil, absurda. 
La persona que anhelabas está ahí, y la mente no puede pensar qué hacer ahora. Durante unos momentos el mecanismo entero se para. Estás relajado en ti mismo. Has tocado tu ser, tu centro, y sientes que estás en la fuente del bienestar. 
Te llena una dicha, te rodea una fragancia. 
De pronto no eres el mismo hombre que eras. 
Por eso el amor transforma tanto. 
Si estás enamorado no lo puedes ocultar. ¡Eso es imposible! Si estás enamorado, se notará, porque no eres el mismo hombre. 
La mente que desea no está ahí. 
Eres como un buda por unos pocos momentos. 
Esto no puede continuar mucho tiempo, porque es un sobrecogimiento. Inmediatamente, la mente tratará de encontrar algunas maneras y excusas para pensar otra vez. 
Por ejemplo, puede que la mente empiece a pensar que has alcanzado tu objetivo, que has logrado tu amor, así que ¿ahora qué? ¿Qué vas a hacer? Entonces comienzan los vaticinios, comienzan los argumentos. 
Empiezas a pensar: «Hoy he llegado a mi amada, pero ¿sucederá lo mismo mañana?».
La mente ha empezado a funcionar. 
Y en el momento en que la mente está funcionando, entras otra vez en «volverte algo». A veces, incluso sin amor, simplemente a causa de la fatiga, del cansancio, uno deja de desear. 
También entonces uno es lanzado a sí mismo. 
Cuando no estás lejos de ti mismo, estás abocado a estar en tu ser, sea cual sea la causa de ello. 
Cuando uno está totalmente cansado, fatigado, cuando uno ni siquiera tiene ganas de pensar o de desear, cuando uno está completamente frustrado, sin ninguna esperanza, entonces, de pronto, uno se siente en casa. 
Ahora no puede ir a ninguna parte. 
Todas las puertas están cerradas; la esperanza ha desaparecido; y con ella el deseo, con ella el «volverse algo». 
No durará mucho, porque tu mente tiene un mecanismo. 
Se puede apagar durante unos pocos momentos, pero, de repente, volverá a la vida, porque no puedes existir sin esperanza, tendrás que encontrar alguna esperanza. 
No puedes existir sin deseo. 
Como no sabes cómo existir sin deseo, tendrás que crear algún deseo. En cualquier situación en que sucede que de pronto la mente deja de funcionar, estás en tu centro. 
Estás de vacaciones, en un bosque o en el monte, o en la playa: de pronto tu mente habitual no funcionará. 
No está la oficina, no está la esposa, o no está el marido. 
De repente, hay una nueva situación, y la mente necesitará algo de tiempo para funcionar en ella, para adaptarse a ella. 
La mente se siente inadaptada. 
La situación es tan nueva que te relajas, y estás en tu centro. 
En esos momentos te vuelves un buda, pero serán sólo momentos. Entonces te fascinarán, y te gustaría reproducirlos una y otra vez y repetirlos. Pero recuerda: sucedieron espontáneamente, de modo que no puedes repetirlos. 
Y cuanto más intentes repetirlos, más imposible les resultará volver a ti. Eso le está sucediendo a todo el mundo. 
Amabas a alguien, y en el primer encuentro tu mente se paró durante unos pocos momentos. Entonces te casaste. 
¿Por qué te casaste? Para repetir esos bellos momentos una y otra vez. Pero cuando sucedieron no estabas casado, y no pueden suceder en el matrimonio, porque toda la situación es diferente. Cuando dos personas se encuentran por primera vez, toda la situación es nueva. Sus mentes no pueden funcionar en ella. Están tan anonadados por ella, ¡tan llenos de la nueva experiencia, de la nueva vida, del nuevo florecimiento…! Entonces la mente empieza a funcionar y piensan: «¡Éste es un momento tan bello! Quiero seguir repitiéndolo todos los días, así que debería casarme.» La mente lo destruirá todo. 
Matrimonio significa mente. 
El amor es espontáneo; el matrimonio es calculador. 
Casarse es una cosa matemática. 
Entonces esperas esos momentos, pero nunca volverán. 
Es por eso que toda persona casada está frustrada: porque esperaba ciertas cosas que sucedieron en el pasado. ¿Por qué no están sucediendo otra vez? No pueden suceder porque toda la situación se ha ido. 
Ahora no eres nuevo; ahora no hay espontaneidad; ahora el amor es una rutina. Ahora todo se espera y se exige. 
Ahora el amor se ha vuelto una obligación, no una alegría. 
Era divertido al principio; ahora es una obligación. 
Y la obligación no puede darte la misma dicha que te puede dar la diversión. ¡Es imposible! Tu mente ha creado todo el asunto. Ahora sigues esperando que suceda, y cuanto más esperas que suceda, menor es la posibilidad de que suceda. 
Esto ocurre en todas partes, no sólo en el matrimonio. 
Vas a un maestro y la experiencia es nueva. Su presencia, sus palabras, su modo de vida, son nuevos. De pronto, tu mente deja de funcionar. Entonces piensas: «Éste es el hombre que me conviene, así que tengo que ir todos los días.» 
Entonces te casas con él. 
Poco a poco se afianza la frustración, porque lo has convertido en una obligación, una rutina. Ahora no vendrán esas mismas experiencias. Entonces piensas que este hombre te ha engañado o que te embaucaron de una u otra forma. 
Entonces piensas: «La primera experiencia fue una alucinación. Debo haber sido hipnotizado o algo por el estilo. No fue real.» Fue real. Tu mente habitual lo hace irreal. Y entonces la mente trata de esperar que suceda, pero la primera vez que sucedió no estabas esperando que sucediera. 
Habías venido sin ninguna expectativa; estabas simplemente abierto a recibir lo que estuviera pasando. Ahora vienes todos los días con expectativas, con la mente cerrada. No puede suceder. Siempre sucede en una mente abierta; siempre sucede en una situación nueva. Eso no quiere decir que tengas que cambiar tu situación cada día; sólo significa: no dejes que tu mente cree una pauta. 
Entonces tu esposa será nueva todos los días, tu marido será nuevo todos los días. Pero no permitas que la mente cree una pauta de expectativas; no permitas que la mente se vaya al futuro. Entonces tu maestro será nuevo todos los días, tu amigo será nuevo cada día. Y todo es nuevo en el mundo excepto la mente. La mente es lo único que es viejo. Siempre es vieja. 
El Sol sale de nuevo cada día. No es el viejo sol. 
La Luna es nueva; el día, la noche, las flores, los árboles…, todo es nuevo excepto tu mente. Tu mente siempre es vieja -recuerda, siempre porque la mente necesita el pasado, la experiencia acumulada, la experiencia proyectada. 
La mente necesita el pasado, y la vida necesita el presente. 
La vida siempre es dichosa; la mente, nunca. 
Siempre que permites que entre la mente, se afianza la desdicha. Estos momentos espontáneos no se repetirán otra vez, así que ¿qué hacer? ¿Cómo estar en un estado relajado continuamente? Estos tres sutras son para eso. Son tres técnicas referentes a la sensación de reposo, técnicas para relajar los nervios. ¿Cómo permanecer en el ser? ¿Cómo no entrar en «volverse algo»? 
Es difícil, arduo, pero estas técnicas pueden ayudar. 
Estas técnicas te arrojarán sobre ti mismo. 

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