miércoles, 22 de febrero de 2017

El Libro de los Secretos (Osho) CAPITULO-4 SEGUNDO ESCRITO (Superar los Engaños de la Mente)


CAPITULO-4 SEGUNDO ESCRITO 
Superar los Engaños de la Mente

Pregunta 2 
Otro amigo dice: Si pruebo este método de ser consciente de mi respiración, si presto atención a mi respiración, entonces no puedo hacer ninguna otra cosa; toda la atención está en ello. 
Y si tengo que hacer alguna otra cosa, entonces no puedo ser consciente de mi respiración. 
Esto sucederá, así que, al principio, elige un periodo específico por la mañana, o por la tarde, o cuando sea. 
Durante una hora, simplemente haz el ejercicio; no hagas nada más. Simplemente haz el ejercicio. 
Una vez que te adaptes a él, ya no será un problema. 
Podrás andar por la calle y podrás ser consciente. 
Hay una diferencia importante entre «conciencia» y «atención». Cuando prestas atención a algo, esa atención es exclusiva; tienes que retirar tu atención de todo lo demás. 
Así que, en realidad, es una tensión. 
Por eso se llama atención. 
Prestas atención a una cosa a costa de todo lo demás. 
Si prestas atención a tu respiración, no puedes prestar atención a caminar o a conducir. 
No lo intentes mientras estés conduciendo, porque no puedes prestar atención a ambas cosas. «Atención» hace referencia, exclusivamente, a una cosa. 


Conciencia es una cosa muy diferente; no es exclusiva. 
No es prestar atención; es estar atento; es ser consciente. 
Eres consciente cuando eres inclusivamente consciente. 
Tu respiración está en tu consciencia. 
Estás caminando y pasa alguien, y también eres consciente de él. Alguien hace ruido en la carretera, pasa algún tren, pasa algún avión; todo está incluido. 
La conciencia es inclusiva, la atención es exclusiva. 
Pero, al principio, será atención. 
Así que primero pruébalo en periodos seleccionados. 
Durante una hora, simplemente estate atento a tu respiración. Más adelante, serás capaz de transformar tu atención en conciencia. 
Entonces, haz cosas simples; por ejemplo, caminar: camina atentamente con completa conciencia de caminar y también de respirar. No crees ninguna oposición entre las dos acciones de caminar y respirar. 
Sé un observador de ambas. No es difícil. ¡Mira! 
Por ejemplo, puedo prestar atención a una cara aquí. 
Si presto atención a una cara, todas las caras no estarán aquí para mí. Si presto atención a una cara, todas las demás quedan excluidas. Si presto atención sólo a la nariz de esa cara, la cara entera, el resto de la cara, queda excluido. 
Puedo seguir reduciendo mi atención hasta un solo punto. También es posible lo contrario. 
Presto atención a toda la cara; entonces los ojos y la nariz y todo lo demás están ahí. Luego he ensanchado mi foco. 
No os miro como individuos, sino como grupo. 
Entonces todo el grupo está dentro de mi atención. 
Si os tomo como algo diferente al ruido que hay en la calle, entonces estoy excluyendo la calle. 
Pero puedo consideraros a vosotros y a la calle como un todo. Entonces puedo ser consciente de vosotros y de la calle. 
Puedo ser consciente de todo el cosmos. 
Depende de tu foco; de que se haga más y más grande. 
Pero primero empieza con la atención, y recuerda que tiene que convertirse en conciencia. 
Así que elige un periodo corto. 
La mañana es buena, porque estás fresco, las energías son vitales, todo está surgiendo; te sientes más vivo por la mañana. Los fisiólogos dicen que no sólo te sientes más vivo, sino que eres un poco más alto por la mañana que al atardecer. 
Si mides un metro ochenta, entonces por la mañana mides un poco más de un metro ochenta y uno, y al atardecer vuelves a medir un metro ochenta. 
Has perdido más de un centímetro, porque tu columna vertebral se asienta cuando está cansada. 
De modo que por la mañana te sientes fresco, joven, vivo, con energía. 
Haz esto: no dejes la meditación para el último momento de la jornada. Ponla lo primero. 
Luego, cuando sientas que ya no es un esfuerzo, cuando te puedas sentar durante toda una hora completamente inmerso en la respiración -consciente, atento-, sólo cuando sepas esto, que has logrado la atención de la respiración sin ningún esfuerzo, cuando estés relajado y disfrutándola sin ningún forzamiento, entonces lo habrás conseguido. 
Entonces añade otra cosa; por ejemplo, caminar. 
Recuerda ambas cosas; luego vete añadiendo otras. 
Después de un cierto periodo, serás capaz de ser consciente de tu respiración continuamente, incluso dormido. 
Y a no ser que seas consciente incluso dormido, no podrás conocer la profundidad. 
Pero esto llega, va llegando con el tiempo. 
Hay que ser paciente y hay que empezar correctamente. Recuerda esto, porque la astuta mente intentará siempre que empieces mal. Entonces lo puedes dejar después de dos o tres días y decir: «Esto es imposible.» 
La mente hará que empieces mal. 
Así que recuerda siempre comenzar correctamente, porque lo que empieza bien está ya a medio hacer. 
Pero empezamos mal. 
Sabes muy bien que la atención es una cosa difícil. 
Esto se debe a que estás totalmente dormido. 
De modo que si empiezas a estar atento a tu respiración mientras estás haciendo otra cosa, no puedes hacerla. 
Y no vas a dejar tu labor; dejarás el esfuerzo de estar atento a tu respiración. Así que no te crees problemas innecesarios. 
En veinticuatro horas puedes encontrar un pequeño rincón. Cuarenta minutos serán suficientes..., así que practica esta técnica allí. Pero la mente pondrá muchas excusas. 
La mente dirá: « ¿Cuánto tiempo tienes? Hay ya tanto trabajo que hacer. ¿Cuánto tiempo tienes?» O la mente dirá: «Ahora no es posible, así que déjalo para más tarde. 
En algún momento futuro, cuando las cosas vayan mejor, entonces lo harás.» Ten cuidado de lo que te diga tu mente. 
No seas demasiado confiado con la mente. Y nunca dudamos. Podemos dudar de todo el mundo, pero nunca dudamos de nuestra propia mente. 
Incluso los que tanto hablan de escepticismo, de duda, de razón, ni siquiera ellos dudan nunca de su propia mente. 
Y tu mente te ha llevado al estado en que te encuentras. 
Si estás en un infierno, tu mente te ha llevado a este infierno, y nunca dudas de este guía. Puedes dudar de cualquier profesor, cualquier maestro, pero nunca dudas de tu mente. 
Con fe inquebrantable te mueves con tu mente como gurú. 
Y tu mente te ha llevado al lío, a la desdicha en la que estás. 
Si debes dudar de algo, duda primero de tu propia mente. 
Y siempre que la mente te diga algo, piénsatelo dos veces. 
¿Es verdad que no tienes tiempo? ¿De veras? ¿No tienes tiempo para meditar, para dedicar una hora a la meditación? Piénsatelo dos veces. 
Pregunta una y otra vez a la mente: « ¿Es cierto que no tengo tiempo?» No lo veo. 
Nunca he visto a un hombre que no tuviera tiempo de sobra. Sigo viendo a gente jugando a las cartas, y dicen: «Estamos matando el tiempo.» Van al cine y dicen: «¿Qué vamos a hacer?» Están matando el tiempo, chismorreando, leyendo el mismo periódico una y otra vez, hablando de las mismas cosas de las que han estado hablando toda su vida, y dicen:
 «No tenemos tiempo.» 
Para las cosas innecesarias sí tienen tiempo suficiente.
¿Por qué? Con una cosa innecesaria, la mente no está en peligro. En el momento en que piensas en la meditación, la mente se pone alerta. 
Estás entrando en una dimensión peligrosa, porque la meditación significa la muerte de la mente. 
Si entras en meditación, tarde o temprano tu mente tendrá que disolverse, retirarse completamente. 
La mente se pone alerta y comienza a decirte cosas: «¿Cuánto tiempo queda? 
E incluso si hay tiempo, hay cosas más importantes que hacer. Déjalo para después. Puedes meditar en cualquier momento. 
El dinero es más importante. 
Primero acumula dinero; luego ya meditarás a tus anchas. ¿Cómo vas a meditar sin dinero? Así que presta atención al dinero; luego ya meditarás.» 
Te parece que la meditación se puede dejar para más tarde fácilmente, porque no tiene que ver con tu supervivencia inmediata. 
El pan no se puede dejar para más tarde: morirás. 
El dinero no se puede dejar para más tarde: es necesario para tus necesidades básicas. La meditación se puede dejar para más tarde, puedes sobrevivir sin ella. En realidad, puedes sobrevivir fácilmente sin ella. 
En el momento en que entres profundamente en meditación, no sobrevivirás, al menos en esta Tierra: desaparecerás. Desaparecerás del círculo de esta vida, esta rueda. 
La meditación es como la muerte, de modo que la mente se asusta. La meditación es como el amor, de modo que la mente se asusta. «Déjalo para más tarde», dice, y tú sigues dejándolo para más tarde hasta lo infinito. 
Tu mente siempre está diciendo este tipo de cosas. 
Y no pienses que estoy hablando de los demás. 
Estoy hablando específicamente de ti. 
He conocido a muchas personas inteligentes que van diciendo cosas muy inteligentes sobre la meditación. 
Un hombre vino de Delhi; es un importante funcionario público. Vino con el único propósito de aprender a meditar aquí. Había venido de Delhi, y estuvo aquí siete días. 
Le dije que fuera a la clase de meditación de la mañana en la playa Chowpatty, en Bombay, pero él dijo: «Pero eso es difícil. No me puedo levantar tan temprano.» y nunca recapacitará sobre lo que le ha dicho su mente. ¿Es esto difícil? 
Ahora lo sabrás: el ejercicio puede ser simple, pero tu mente no es simple. La mente dice: «¿Cómo me voy a levantar a las seis de la mañana?» En una ocasión, estaba en una gran ciudad y el recaudador de esa ciudad vino a verme a las once de la noche. Yo estaba a punto de irme a la cama, y él llegó: 
«¡No! Es urgente. Estoy muy perturbado. Es una cuestión de vida o muerte», me dijo. «Así que, por favor, concédeme al menos media hora. 
Enséñame a meditar; de otra forma, podría suicidarme. 
Estoy muy alterado, y estoy tan frustrado que algo debe de suceder en mi mundo interno. 
Mi mundo externo está completamente perdido.» Le dije: 
«Ven a las cinco de la mañana.» 
 Él dijo: «Eso no es posible.» Es una cuestión de vida o muerte, pero no se puede levantar a las cinco. 
Me dijo: «Eso no es posible. Nunca madrugo tanto.» «Muy bien», le dije, «entonces ven a las diez.»
Él dijo: «Eso también será difícil, porque tengo que estar en la oficina para las diez y media.» 
No puede tomarse el día libre, y es una cuestión de vida o muerte. Así que le dije: «¿Es una cuestión de tu vida y muerte, o de mi vida y muerte? ¿De quién?» Y no era un hombre poco inteligente; era lo suficientemente inteligente. 
Estos trucos eran muy inteligentes. 
Así que no pienses que tu mente no está empleando los mismos trucos. Es muy inteligente, y como piensas que es tu mente, nunca la cuestionas. 
No es tuya; es sólo un producto social. iNo es tuya! Te ha sido dada, te la han impuesto a la fuerza. 
Te han enseñado y condicionado de una cierta manera. 
Desde la misma infancia, tu mente ha sido creada por otros: tus padres, la sociedad, los profesores. 
El pasado está creando tu mente, influenciando tu mente. 
El pasado muerto se está imponiendo a sí mismo sobre lo vivo continuamente. 
Los profesores son sólo agentes: agentes de lo muerto contra lo vivo. Siguen imponiéndote cosas a la fuerza en tu mente. 
Pero la mente está en una relación tan estrecha contigo, la distancia es tan pequeña, que te identificas con ella. 
Dices: «Soy hindú.» Vuelve a pensarlo, considéralo de nuevo. Tú no eres hindú. Te han dado una mente hindú. 
Naciste simplemente como un ser simple, inocente; no un hindú, no un mahometano. 
Pero te dieron una mente mahometana, una mente hindú. 
Te obligaron, te enjaularon, te aprisionaron en una condición en particular, y luego la vida sigue añadiendo cosas a esta mente, y esta mente se vuelve pesada; pesa mucho sobre ti. 
No puedes hacer nada; la mente empieza a imponerse a la fuerza sobre ti. Tus experiencias son añadidas a la mente. Constantemente, tu pasado está condicionando cada uno de tus momentos presentes. Si te digo algo, no vas a pensártelo de una manera fresca, de una manera abierta. 
Tu vieja mente, tu pasado, se interpondrá, comenzará a hablar y a parlotear a favor o en contra. 
Recuerda: tu mente no es tuya, tu cuerpo no es tuyo; viene de tus padres. Tu mente tampoco es tuya; también viene de tus padres. ¿Quién eres tú entonces? Cada uno está identificado o bien con el cuerpo, o bien con la mente. Piensas que eres joven, piensas que eres viejo, piensas que eres hindú, piensas que eres jaina, que eres parsi. i No lo eres! Naciste como consciencia pura. Todo eso son prisiones. 
Estas técnicas que parecen tan simples no serán simples para ti, porque esta mente creará constantemente muchísimas complicaciones y problemas.
Pregunta 3 
Hace sólo unos pocos días, vino un hombre y me dijo: 
«Estoy probando tu método de meditación, pero dime ¿en qué Escritura se da? Si logras convencerme de que aparece en mi Escritura religiosa, me resultará más fácil de hacer.» 
Pero ¿por qué le resultará más fácil de hacer si está escrito en una Escritura? Porque entonces la mente no creará un problema. 
La mente dirá: «¡ Muy bien! Esto nos pertenece, así que hazlo.» Si no está escrito en ninguna Escritura, la mente dirá: «¿Qué estás haciendo?» La mente se pone en contra de ello. 
Le dije a ese hombre: «Has estado practicando este método durante tres meses. ¿Cómo te sientes?» Él dijo: «Estupendamente. Me siento maravillosamente. 
Pero dime..., dame alguna autoridad de las Escrituras.
» Su propia sensación no es una autoridad en modo alguno. Dice: «Me siento maravillosamente. Me he vuelto más calmado, más pacífico, más amoroso. Me siento estupendamente.» 
Pero su propia experiencia no es la autoridad. 
La mente pide una autoridad del pasado. 
Le dije: «No está escrito en ninguna parte de tus Escrituras. 
En cambio, están escritas muchas cosas contra esta técnica.
» Su cara se puso triste. 
Y entonces dijo: «Entonces me resultará difícil hacerlo y continuar.»  ¿Por qué su experiencia no tiene ningún valor? 
 El pasado -el condicionamiento, la mente- está continuamente moldeándote y destruyendo tu presente. 
Así que recuerda, y sé consciente. Sé escéptico y duda de tu mente. No te fíes de ella. Sólo si puedes alcanzar este acto de madurez que es no fiarte de tu mente, estas técnicas serán realmente simples, útiles y operativas. Producirán milagros; pueden producir milagros. Estas técnicas, estos métodos no se pueden comprender intelectualmente en absoluto. 
Estoy intentando lo imposible, pero, entonces, ¿qué estoy intentando? No se pueden comprender intelectualmente, pero no hay otra manera de hacerte consciente de ciertas técnicas que pueden cambiar tu vida totalmente. 
Sólo puedes entender el intelecto, y eso es un problema. 
No puedes entender otra cosa; sólo puedes entender el intelecto. Y estas técnicas no se pueden entender intelectualmente, así que ¿cómo comunicarlas? O bien deberías volverte capaz de comprender sin introducir el intelecto, o se debería encontrar algún método para que éstas técnicas se puedan hacer comprensibles intelectualmente. 
Lo segundo no es posible, pero lo primero, sí. 
Tendrás que empezar intelectualmente, pero no te aferres a ello. Cuando te diga: «Haz», trata de hacerlo. 
Si empieza a suceder algo dentro de ti, entonces serás capaz de dejar de lado tu intelecto y acercarte a mí directamente sin el intelecto, sin ningún esfuerzo, sin el mediador. 
Pero empieza haciendo algo. 
Podemos seguir hablando durante años y años, tu mente se puede abarrotar de muchas cosas, pero eso no te va a ayudar. Más bien, puede que te haga daño, porque empezarás a saber muchas cosas. Y si sabes muchas cosas, estarás confuso. 
No es bueno saber muchas cosas. 
Es bueno saber un poco y practicarlo. 
Una técnica simple puede ser útil; algo que se hace, siempre es útil. ¿Por qué es difícil hacerla? En el fondo, tienes miedo. Miedo a que si lo haces, puede que algo deje de suceder: eso es lo que te asusta. Puede que parezca paradójico, pero he venido encontrando a tantas, tantas personas que piensan que quieren cambiar. 
Dicen que necesitan la meditación, piden una transformación profunda, pero en el fondo también tienen miedo. 
Son ambivalentes: dobles; tienen dos mentes. 
Siguen preguntando qué hacer, y nunca lo hacen. 
Entonces ¿por qué siguen preguntando? Simplemente para engañarse a sí mismos con que están realmente interesados en transformarse a sí mismos. 
Ésa es la razón por la que preguntan. 
Esto les da una fachada, una apariencia de que están realmente, sinceramente, interesados en cambiar. 
Por eso preguntan, van a este gurú o al otro, encuentran, prueban, pero nunca hacen nada. En el fondo tienen miedo. Erich Fromm ha escrito un libro, El miedo a la libertad. 
El título parece contradictorio. 
Todo el mundo piensa que le gusta la libertad; todo el mundo piensa que está intentando lograr la libertad; en este mundo y también en «el otro». «Queremos moksha, la liberación, queremos ser liberados de todas las limitaciones, de todas las esclavitudes. Queremos ser totalmente libres», dicen. 
Pero Erich Fromm dice que el hombre tiene miedo a la libertad. La queremos, seguimos diciendo que la queremos, seguimos convenciéndonos a nosotros mismos de que la queremos, pero en el fondo tenemos miedo a la libertad. 
¡No la queremos! ¿Por qué? ¿Por qué esta dualidad? 
La libertad da miedo, y la meditación es la libertad más profunda posible. 
No sólo te liberas de las limitaciones externas; te liberas de la esclavitud interna: la mente misma, la base de la esclavitud.
Te liberas de todo el pasado. En el momento en que no tienes mente, el pasado ha desaparecido. Has transcendido la historia; ya no hay sociedad, ni religión, ni Escritura, ni tradición, porque todo ello tiene su morada en la mente. 
Ya no hay pasado, ni futuro, porque el pasado y el futuro forman parte de la mente, la memoria y la imaginación. Entonces estás aquí y ahora en el presente. 
Ya no va a haber ningún futuro. 
Habrá ahora y ahora y ahora: un ahora eterno. 
Entonces estás completamente liberado; transciendes toda tradición, toda historia, cuerpo, mente, todo. 
Uno se libera de aquello que teme. 
Tal es el grado de libertad; entonces ¿dónde estarás tú? En semejante libertad, ¿puedes existir tú? En semejante libertad, en semejante inmensidad, ¿puedes tener tu pequeño «yo», tu ego? ¿Puedes decir «yo soy»? 
Puedes decir: «Estoy en cautiverio», porque puedes conocer tu límite. Cuando no existe cautiverio no hay ningún límite. 
Te vuelves simplemente un estado, nada más...; una nada, un vacío absolutos. Eso da miedo, de modo que uno sigue hablando de la meditación, sobre cómo hacerla, y uno sigue sin hacerla.
Todas las preguntas surgen de este miedo. Siente ese miedo. 
Si lo conoces, desaparecerá. Si no lo conoces, continuará.
¿Estás dispuesto a morir en el sentido espiritual? ¿Estás dispuesto a no ser? Siempre que alguien acudía a Buda, él decía: «Ésta es la verdad básica: que no eres. 
Y como no eres, no puedes morir, no puedes nacer; y como no eres, no puedes sufrir, ser esclavo. ¿Estás dispuesto a aceptar esto?» Buda preguntaba: «¿Estás dispuesto a aceptar esto? 
Si no estás dispuesto a aceptar esto, entonces no pruebes ahora la meditación. 
En primer lugar trata de descubrir si eres realmente o no. Primero medita sobre esto: ¿hay algún "yo"? ¿Hay alguna substancia dentro o eres sólo una combinación?» 
Si logras descubrirlo, verás que el cuerpo es una combinación. Algo ha venido de tu madre, algo ha venido de tu padre, y todo lo demás ha venido de la comida. Esto es tu cuerpo. 
En este cuerpo no eres, no hay «yo». Contémplalo en la mente: algo ha venido de aquí, y algo de allá. 
La mente  no tiene nada que sea original. 
Es sólo una acumulación. Descubre si hay algún «yo» en la mente. Si profundizas, verás que tu identidad es como una cebolla. Quitas una capa y surge otra capa; quitas otra capa y aún surge otra capa. Sigues quitando capas, y al final llegas a una nada. Con todas las capas quitadas, no hay nada dentro. 
El cuerpo y la mente son como cebollas. 
Cuando has quitado el cuerpo y la mente, llegas a encontrar una nada, un abismo, un vacío sin fondo. 
Buda lo llamó shunya. Encontrar este shunya, encontrar este vacío, produce miedo. Ese miedo está ahí. 
Por eso nunca practicamos la meditación. 
Hablamos sobre ella, pero nunca hacemos nada al respecto. 
Ese miedo está ahí. Sabes en lo más hondo de ti que hay un vacío, pero no te puedes escapar de este miedo. 
Hagas lo que hagas, el miedo seguirá ahí a menos que te enfrentes a él. Ésa es la única manera. 
Una vez que te hayas enfrentado a tu nada, una vez que sepas que eres como un espacio, shunya, entonces ya no habrá miedo. Entonces no puede haber ningún miedo, porque este shunya, este vacío, no puede ser destruido. Este vacío no va a morir. 
Lo que iba a morir ya no existe; no era más que las capas de una cebolla. Ésa es la razón por la que muchas veces, en profunda meditación, cuando uno se acerca a esta nada, uno se asusta y empieza a temblar. Uno siente que va a morir, uno quiere escapar de esta nada y regresar al mundo. 
Muchos regresan; y entonces nunca vuelven a mirar hacia dentro. A mi entender, todos y cada uno de vosotros ha probado en una u otra vida alguna técnica de meditación. 
Has estado cerca de la nada, y entonces el miedo se apoderó de ti y escapaste. Y en lo profundo de tus recuerdos del pasado, ese recuerdo sigue ahí; eso se convierte en el obstáculo. 
Siempre que piensas de nuevo en probar la meditación, el recuerdo del pasado que hay en lo profundo de tu mente inconsciente vuelve a turbarte y dice: «Sigue pensando en ello; no lo hagas. Ya lo hiciste una vez.» 
Es difícil encontrar a un hombre -y yo he observado a muchos- que no haya probado la meditación una o dos veces en alguna vida. El recuerdo está ahí, pero tú no eres consciente de él, no eres consciente de dónde está el recuerdo. Está ahí. 
Cada vez que comienzas a hacer algo, se convierte en un obstáculo; esto y aquello empiezan a detenerte de muchas maneras. 
De modo que si estás realmente interesado en la meditación, percátate de tu propio miedo a ella. Sé sincero con ello: ¿tienes miedo? Si tienes miedo, entonces primero hay que hacer algo con tu miedo, no con la meditación. 
Buda probó muchas estratagemas. A veces, alguien le decía: «Tengo miedo de probar la meditación.» 
Y esto es indispensable: hay que decirle al maestro que tienes miedo. Al maestro no le puedes engañar.., y no hay ninguna necesidad: es engañarte a ti mismo. 
Así que cada vez que alguien le decía: «Tengo miedo a la meditación», Buda decía:
«Estás cumpliendo el primer requisito.» Si tú mismo dices que tienes miedo a la meditación, entonces algo se vuelve posible. Entonces se puede  hacer algo, porque has descubierto algo muy profundo. Así que ¿qué es este miedo? Medita sobre ello. Ve y saca a la luz de dónde viene, cuál es su origen. 
Todo miedo tiene que ver básicamente con la muerte. 
Sea cual sea su forma, su modalidad, sea cual sea su hechura, su nombre, todo miedo tiene que ver con la muerte. 
Si profundizas, verás que tienes miedo a la muerte. 
Si alguien venía a Buda y le decía: «Tengo miedo a la muerte, me he dado cuenta de ello», Buda decía: «Entonces vete al lugar donde incineran los cuerpos, vete al cementerio, y medita sobre una pira funeraria. 
Todos los días hay gente que se muere; será incinerada. Quédate en el marghat - cementerio- y medita sobre la pira ardiendo. Cuando se vayan sus familiares, tú quédate. Simplemente, mira el fuego, el cuerpo que arde. 
Cuando todo se esté convirtiendo en humo, tan sólo míralo profundamente. 
No pienses; simplemente, medita sobre ello durante tres, seis, nueve meses. «Cuando se convierta en certeza que no puedes escapar de tu muerte; cuando tengas una certeza absoluta de que la muerte es la ruta de la vida, de que la muerte está implícita en la vida, de que la muerte va a suceder, que no hay escapatoria, y que ya estás en ello, sólo entonces ven a mí.» Después de meditar sobre la muerte, después de ver todos los días, día y noche, cuerpos muertos quemándose, deshaciéndose en ceniza -sólo queda un poco de humo, y luego desaparece-, después de meditar durante meses seguidos, surgirá una certeza: la certeza de que la muerte es inevitable. 
En realidad, es la única certeza. 
Lo único seguro en la vida es la muerte. 
Todo lo demás es incierto: puede que pase, puede que no. 
Pero acerca de la muerte no puedes decir que puede que pase o puede que no. Va a pasar; va a suceder. Ya ha sucedido. 
En el momento en que entraste en la vida, entraste en la muerte. Ya no se puede hacer nada al respecto. 
Cuando la muerte es segura, no hay miedo. 
El miedo siempre es sobre cosas que se pueden cambiar. 
Si la muerte va a suceder, el miedo desaparece. 
Si puedes cambiarlo, si puedes hacer algo con respecto a la muerte, el miedo seguirá ahí. 
Si no se puede hacer nada, si ya estás en ella, entonces es absolutamente seguro que el miedo desaparecerá. 
Si el miedo a la muerte hubiera desaparecido, Buda te permitiría meditar. 
Te diría: «Ahora puedes meditar.» Así que entra tú también en lo profundo de tu mente. Y oír estas técnicas sólo resultará útil cuando se rompan tus barreras internas, cuando desparezca el miedo interno y tengas la certeza de que la muerte es la realidad. 
De modo que si mueres en la meditación, no hay miedo: la muerte es inevitable. 
Incluso si la muerte ocurre en la meditación, no hay miedo. Sólo entonces puedes avanzar; y entonces puedes avanzar rápido como un cohete, porque ya no hay barreras. 
No es la distancia lo que toma mucho tiempo, sino las barreras. Puedes avanzar en este mismo momento si no hay ninguna barrera. Ya estás ahí, salvo por la barrera. 
Es una carrera de vallas, y tú sigues poniendo más y más vallas. Te sientes bien cuando cruzas una valla; te sientes bien por haber pasado la valla. 
Y lo estúpido del caso, lo tonto del caso es que tú pusiste allí la valla para empezar. Nunca estuvo allí. 
Tú sigues poniendo vallas, y luego saltándolas, y luego sintiéndote bien; luego sigues poniendo mas vallas, y luego saltando. Te mueves en círculo y nunca, nunca llegas al centro. La mente crea vallas porque la mente tiene miedo. 
Te dará muchas explicaciones de por qué no estás meditando. No le creas. Profundiza, descubre la causa básica. ¿Por qué una persona sigue hablando de comida y, sin embargo, nunca come? ¿Qué problema hay? ¡Parece que esa persona está loca!
Otro hombre sigue hablando del amor y nunca ama, otro hombre sigue hablando de otra cosa y nunca hace nada al respecto. Esta charla se vuelve obsesiva; se convierte en una compulsión. Uno sigue, uno considera que hablar es hacer. Hablando tienes la impresión de que estás haciendo algo, de modo que te sientes a gusto. Estás haciendo algo; al menos estás hablando, al menos estás leyendo, al menos estás escuchando. Esto no es hacer. Esto es engañoso; no caigas en el engaño. Hablaré aquí de estos ciento doce métodos, no para alimentar tu mente, no para hacerte más erudito, no para que estés mejor informado. No estoy tratando de convertirte en una lumbrera. Estoy hablando aquí para proporcionarte cierta técnica que puede cambiar tu vida. Así que, cualquiera que sea el método que te atraiga, no empieces a hablar de él, ponlo en práctica. 
No hables y hazlo. Tu mente planteará muchas preguntas. Indaga con profundidad primero, antes de preguntarme. Primero indaga con profundidad si esas preguntas son realmente significativas o si tu mente te está engañando. Primero, haz; luego, pregunta. Entonces tus preguntas serán prácticas. Y yo sé qué pregunta ha sido hecha para poner en práctica la técnica, y qué pregunta ha sido hecha simplemente por curiosidad, simplemente por el intelecto. 
Así que en adelante no responderé a tus preguntas intelectuales en modo alguno. Haz algo; entonces tus preguntas se vuelven significativas. Estas preguntas que dicen: «Este ejercicio es muy simple», no se plantean después de hacer. Esto no es tan simple. Al final debo repetir de nuevo: Ya eres la verdad. 
Sólo es necesario un cierto despertar. No tienes que ir a ninguna parte. Tienes que entrar en ti mismo, y lo puedes hacer en este mismo momento. Si puedes dejar de lado tu mente, entras aquí y ahora. Estas técnicas son para dejar de lado tu mente. Estas técnicas no son realmente para meditar; son para dejar de lado tu mente. Una vez que la mente no está, ¡estás tú! Creo que esto es suficiente por hoy, o incluso más que suficiente.
Osho.

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