EXTRACTOS DE LAS INSTRUCCIONES DEL SABIO VASISHTHA
A SU DISCÍPULO EL PRÍNCIPE RAMA
PRIMERA CONVERSACIÓN
Cuando el santo y sabio Våsishtha, con hábito amarillo y levemente inclinado, hizo su entrada, a las seis de la mañana, en la asamblea real, el soberano y sus ministros se levantaron y, todos en pie, exclamaron: ¡Om Namo Narayanaya, Mahatma!
El santo Rishi les bendijo y, ocupando el asiento más elevado, empezó a hablar dirigiéndose al príncipe Rama:
«Cualquiera que sea la compañía con la que pueda encontrarse cuando cumple con los deberes de la vida, el hombre sabio controla los movimientos de su mente. No debe ser absorbido por las preocupaciones del mundo ni ocuparse de pensamientos relativos a las cosas de esta vida. A la mente no se la debe dejar errar por el extenso ámbito de los placeres exteriores ni apegarse a los objetos y a las acciones de los sentidos.
Deja que descanse únicamente en la buddhi sin que guste delicia alguna si no es la delicia propia. El hombre sabio permanece concentrado por completo en sí mismo y su tranquilidad de espíritu es comparable a la firmeza de una cima del Himalaya, inmutable en todo tiempo y en toda estación. Un estado de mente así alcanza la madurez con el tiempo y se adquiere con una constante práctica del Yoga y con el servicio al Maestro. Entonces el yogui se libera tanto del sufrimiento como del miedo y supera las ilusiones y aflicciones del mundo; no teme perder ese estado. Quien ha llegado a ese objetivo, aparta con risa y desprecio la turbulenta esfera de la tierra, como alguien que, desde una cúspide, observa sonriente los objetos situados debajo de él.
Oh Rama, los maestros del Yoga Adhyatma afirman que uno de los medios más fáciles para alcanzar ese estado es la suprema devoción a Dios, así como el Yoga.
Tú, oh Rama, has conocido la verdad —al saber que Dios gobierna el mundo— y has entendido la Naturaleza divina en la totalidad de su triple estado. Como no ves en el océano sino una única y vasta sustancia, el agua, tampoco en el imperio del universo distingues otra cosa que el Señor universal.
Así como la percepción de una flor se acompaña de la percepción de su perfume, asimismo el conocimiento de Atman es inseparable del conocimiento de la mente. Como en un espejo no se ve más que una parte de los cielos que lo cubren todo, así el omnipresente Atman no puede percibirse más que en parte en el espejo de la mente.
El Espíritu supremo, no limitado por el tiempo ni el espacio, se da a Sí mismo, por su propia voluntad y en virtud de Su omnipotencia, las formas limitadas del tiempo y el espacio. Sabe, que el mundo no tiene nada de sustancial, aunque pudiera parecerlo: no es más que vacío, sólo una apariencia creada por las imágenes y fantasías de la mente.
Sabe que el mundo es un teatro de sortilegios procedente de la magia de maya.
Todo este mundo es Brahman. ¿Qué hay fuera de Él? ¿De dónde podría venir eso?
¿Dónde hallaría lugar? El mundo es creación del error e ídolo de los insensatos. Apartade él todo deseo falaz y todo pensamiento, oh Rama, oh hijo bien amado, y recuerda a tu siempre luminoso Atman.»
Rama reflexionó sobre las palabras de su santo instructor.
«¿Qué significa esta peregrinación que hacemos por el mundo», pensó, «y por qué todos estos seres humanos y animales se ven forzados a hacer su entrada y salida en el escenario de este teatro evanescente que es la vida? ¿Cuál es la naturaleza de nuestra mente y cómo debe gobernarse? ¿Qué es esta maya del universo? ¿Cuál es su origen y cómo podemos eludirla? ¿Cómo encadena a la mente y qué ventaja o desventaja hay en desembarazarse de esta ilusión? ¿Qué dice el Muni de los métodos destinados a dominar los apetitos del espíritu y de los resultados que con ellos se obtienen? ¿Qué dice de la tranquilidad del espíritu?
Nuestros corazones y nuestras mentes son quienes tienden a desplegar el mundo fenoménico ante nosotros y, de esta existencia irreal, hacemos una realidad. Todas esas cosas están entrelazadas entre ellas en nuestras mentes y se difuminan cuando nuestros apetitos mentales disminuyen. La débil luz de la razón se ve eclipsada por las sombrías nubes de las pasiones y codicias. ¿Cómo puedo, pues, distinguir lo justo de lo falso?
Por una parte, la mente nos conduce al conocimiento espiritual y, por otra, nos desvía hacia la mundanalidad. ¿Cuándo se calmarán por completo mis ansiedades? ¿Cuándo finalizarán mis inquietudes? ¿Cuándo poseerá mi mente su santidad? ¿Cuándo detendrá su vuelo mi capricho para concentrarse en la Verdad interior? ¿Cuándo mi mente se absorberá en el Espíritu supremo como se apacigua una ola agitada en el seno de un mar en calma? ¿Cuándo la luz de la razón disipará esta sombría nube de ignorancia que
envuelve a mi Esencia divina con el velo de esta forma lamentable?
Tengo que reflexionar sobre las enseñanzas del bienaventurado Sabio y después sobre la conducta que debe seguir quien aspira a la liberación. Quiero practicar la virtud, quiero participar en Sat-Sangs con una intención pura y servir a mi Instructor. Debo tener oídos sordos para todo lo que no es divino; debo vivir en la plegaria y en la práctica de la meditación.»
SEGUNDA CONVERSACIÓN
Cuando la música anunció la llegada de un nuevo amanecer, Rama, junto a su padre el rey y sus hermanos, volvió a la asamblea.
El bienaventurado Våsishtha dijo:
«Oh Rama-ji, sabe que este mundo es una continua ilusión alimentada por hombres de naturaleza apasionada o indolente: ellos son quienes mantienen este edificio irreal, de la misma manera que los pilares apuntalan una construcción.
El hombre inteligente debe observar los fenómenos del mundo y, discerniendo en ellos lo real de lo irreal, aferrarse sólo a la realidad.
La mente es quien crea el mundo y lo despliega en su propia imaginación. El mejor medio de preservar a la mente de la ilusión es, ante todo, conocer los elementos de esta sabiduría sagrada; después, la práctica del humor estable y, por último, el trato con los hombres buenos, que conduce al espíritu hacia la pureza.
La mente penetrada de santidad y de humildad debe recurrir a maestros de Yoga que cuenten con nuestra bendición y que estén versados en filosofía. Gracias a sus enseñanzas, la mente llega a percibir, por sus propias meditaciones, la presencia de Dios en sí misma; y ve al universo desplegarse ante ella como los claros rayos de la luna.
El Espíritu divino es imperecedero y, cuando se ha dado a conocer a la mente humana, deja de subsistir hasta el último ápice de error.
Oh hombres, desconociendo al Espíritu divino, Brahman, no hacéis más que someter vuestras almas al sufrimiento; y, en cambio, conociendo a Brahman, alcanzáis la felicidad eterna y la serenidad.
Oh Rama-ji, sabe que el Espíritu se ve tan poco mancillado por su vestido externo como el cielo por las nubes de polvo. Por extensos que sean, todos los fenómenos delmundo que percibimos a nuestro alrededor no son sino las olas del océano ilimitado del Espíritu divino.
Meditando sobre el Espíritu supremo dentro de ti y contemplándolo a la luz de tu pura buddhi, te sumergirás en la gloria de Brahman.
Sé tolerante, calmo y de humor estable; mantente ponderado, reservado en palabras y dulce en tu mente, y sé como una joya preciosa que brilla con su luz interior. Te verás, así, liberado del tráfago febril de esta vida mundanal.
Libérate del hábito de tus deseos y limpia de tus ojos el afeite de la afección ilusoria.
Deja a tu mente satisfecha reposar en tu Atman y liberarse de las obsesivas inquietudes de este mundo.
Conociendo la irrealidad del mundo, ningún hombre con sabiduría se deja engañar por sus siempre cambiantes decorados.
El maestro espiritual es quien, con la justeza de su argumentación, despierta a la mente indolente y dormida y quien, a continuación, instila en ella la palabra de verdad.
Primero sirviendo con diligencia a los buenos y compasivos gurus y después gracias al razonamiento, los hombres de intención pura alcanzan la luz de la Verdad percibida como resplandor divino en su mente. Llegan a ser como yo soy, oh Rama-ji.»
Preguntó Rama:
«Dime, oh Sabio de mente elevada, ¿cómo puede la creación proceder del supremo Brahman, de quien has dicho que está inmóvil en el vacío?»
Respondió Våsishtha:
«Oh príncipe, la naturaleza de Brahman es de tal modo que todo poder procede incesantemente de Él: por eso se dice que todo poder reside en Él. En Él están la entidad y la no-entidad; en Él también están la unidad, la dualidad y la pluralidad, así como el principio y el fin de todas las cosas.»
Dijo Rama:
«Venerado Señor, tus palabras son muy oscuras y no logro comprender lo que dices.
Todo lo que está producido por algo es invariablemente de la misma naturaleza que su productor: la luz es producida por la luz, el trigo por el trigo y el hombre nace del hombre.
Luego, lo creado por el Espíritu inmutable debe ser también invariable y de naturaleza espiritual. Por otra parte, el Espíritu inteligente de Dios es puro e inmaculado, mientras que la creación es impura y hecha de materia grosera.»
Al escuchar estas palabras, dijo el gran Sabio:
«Rama-ji, Brahman es todo pureza y no hay impureza alguna en Él: las olas que se mueven en la superficie pueden ser fétidas, pero no contaminan a las aguas profundas.»
Replicó Rama:
«Señor, Brahman está exento de sufrimiento, mientras que el mundo está lleno de él. Por eso no puedo comprenderte cuando dices que éste es una producción de aquél.»
Ante estas palabras, el gran Sabio Våsishtha guardó silencio. Hizo para sí mismo la siguiente reflexión:
No es culpa del hombre instruido dudar de una cosa mientras no le haya sido explicada de manera satisfactoria, como es el caso del príncipe Rama. Pero el hombre instruido a medias no es apto para recibir una enseñanza espiritual, ya que su visión del mundo visible, circunscrita a los objetos inmediatos, demuestra la causa de su perdición.
Quien llega a contemplar la luz trascendente y vislumbra con claridad las verdades espirituales, no siente el deseo de placeres sensoriales; con el tiempo, llega a la conclusión de que Brahman es todo en todo.
El discípulo debe primero estar preparado y purificado por la meditación, la piedad y la práctica del Yoga, así como por el ejercicio cotidiano de la calma y el autocontrol, y entonces se irá iniciando lentamente en la convicción de Kham Brahman.
Dijo entonces Våsishtha:
«Te diré, oh Rama, al final de estas conversaciones, si el desecho de los cuerpos groseros puede o no atribuirse a Brahman. Por el momento, sabe que Brahman es omnipotente, que penetra todo y que Él es todo Él mismo, de la misma manera que los magos, mediante prácticas diversas, producen a la vista de la gente numerosas cosas que son irreales apariencias.
Todo lo que se produce, con cualquier forma, en cualquier tiempo o en cualquier lugar, no es sino una variación de la Unica Realidad que existe por Sí misma. En consecuencia, oh Rama, deberías maravillarte de cada cambio acaecido en el tiempo y en el espacio, que está lleno del Espíritu de Dios e ilustra el aspecto ilimitado del Infinito.
La mente de aquél que en todo ve a Dios y permanece firme de carácter ya no tiene razón de fluctuar según las variaciones de la naturaleza o las vicisitudes de la fortuna. El Señor manifiesta los poderes que residen en Él, como el mar manifiesta las olas sin salir de sí mismo.La mente que es testigo de las verdades espirituales y se establece en una perfecta ecuanimidad sin ser afectada por los accidentes exteriores, llega a columbrar que la luz de la Verdad reside en ella.
Cuando hay una lámpara, también hay luz; y el sol radiante trae consigo el día; donde hay una flor también hay perfume; así, allá donde está el Espíritu vivo, allá está el conocimiento del mundo.
El mundo que aparece a su alrededor es como la luz de Atman. Las almas de los hombres están dotadas de este conocimiento desde que nacen. Después, a medida que crecen, se despliegan en el curso del tiempo en forma de este amplio bosque del mundo.
Sabe, oh Rama-ji, que aunque al hablar de ello se diga corrientemente: ‘Todo está creado por, o todo viene de Dios’, en realidad, en el sentido espiritual no es así. Ningún cambio, ninguna separación, ni ninguna relación de espacio o de tiempo tiene que ver con el Supremo, que es inmutable, infinito y eterno; ni aparición o desaparición alguna Le conciernen.
La mente, por el hecho de haber nacido de Él, dispone tanto del poder como de la inteligencia de Su intelecto y, si se aplica con ardor, alcanza la meta que se ha propuesto.
Decir que la llama de un fuego es producto de otra llama es una sofistería y una aserción así no contiene la verdad. No se trata de un producto, sino de la misma cosa.
Pretender que uno es el productor del otro es igualmente falso, dado que el Brahman único no puede, siendo infinito, producir otra cosa que Él mismo.
Brahman es el intelecto (buddhi). Brahman es la mente (manas). Es la inteligencia (chit). El universo entero es Brahman y, sin embargo, Él está más allá de todo eso. En realidad, el mundo es una no-entidad, ya que todo es únicamente Brahman.
Nada puede probarse como absolutamente cierto más allá de la existencia de Brahman, y la santa Shruti declara: «En verdad, todo es Brahman.»
Me extenderé por completo sobre este tema, oh Rama, en mis últimas conversaciones; tu mente debe progresar más antes de que puedas comprenderlo.
Como un arma es esquivada por otra y una forma de impureza puede ser borrada por otra, como un veneno se elimina con otro, así la abolición del conocimiento erróneo por un conocimiento superior trae la alegría a la mente.La existencia del mundo depende en verdad de la existencia del supremo Brahman; sábelo y no te preguntes cómo o de dónde ha llegado la existencia.
Domina tus deseos, oh Rama, y practica la renuncia y el desapego. Sirve a todos los seres vivos; escucha las enseñanzas y sé simple de espíritu.
No te parezcas a aquellos que, presos en la centuplicada trampa de los vanos deseos y sometiéndose a las múltiples formas de sus ansias, pasan de un cuerpo a otro, de encarnación en encarnación, como los pájaros vuelan de un árbol para volver a posarse en otro.
Intenta deshacerte de todo deseo terrenal, oh Rama, y consagra tu corazón al santo Yoga.»
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